Francisco Márquez es un escultor montillano, afincado en Aguilar, al que la vida no se lo ha puesto nada fácil. Con 18 años emigró a Argentina con sus padres y hermanos "hartos de pasar hambre y miseria". Después de 28 horas de viaje en un barco chatarra llegaron a Buenos Aires, donde fueron recibidos por unos familiares que los timaron y los dejaron prácticamente con lo puesto. Dos familias montillanas los acogieron hasta que encontraron trabajo. Francisco trabajó de día y estudió secundaria y Bellas Artes por las noches. "Esos fueron los mejores años", confiesa. Perón gobernaba Argentina y eran años de bonanza. Márquez montó un taller de cerámica y escultura, pero a partir de los 70 la situación social y política empezó a complicarse. Un día al salir de la empresa de cerámica en la que trabajaba fue detenido y encarcelado durante 4 días por los militares, que le quitaron el reloj y la paga que acababa de cobrar. "Allí --confiesa-- presencié todo tipo de canalladas y violaciones que quisiera olvidar". Eran los años de Videla y Galtieri.

En 1988, después de ocho años de trabajo, recibió 70.000 pesetas como despido y se embarcó hacia España sin una pensión mínima con la que garantizar su jubilación. En Aguilar encontró una mujer dispuesta a compartir su escaso patrimonio y el resto de su vida. Ambos sobreviven con las esculturas que él hace por encargo y la pensión mínima que ella recibe.