Las residencias escolares públicas de la Junta de Andalucía prestan servicio de alojamiento y manutención a estudiantes de enseñanzas obligatorias y postobligatorias que, por diferentes motivos, no pueden desarrollar sus estudios en el seno familiar. En este sentido, estos centros se convierten en una familia sustitutoria que vela tanto por su bienestar personal, como por su rendimiento académico. Es por ello que sus funciones no se limitan solamente a proporcionar techo y alimento, sino que incluyen una serie de actividades y talleres cuyo cometido es mejorar la convivencia entre los residentes y crear lo más parecido a un hogar para los mismos.

El próximo 1 de marzo se abre el plazo de solicitud de plazas en este tipo de centros para el próximo curso académico en las seis residencias ubicadas en Córdoba capital, Lucena, Baena, Cabra, Cardeña y Priego de Córdoba, que ofertarán un total de 906 plazas. A estas se suman, según explica la responsable de este tema en la Delegación Territorial de Educación en Córdoba, Mari Luz de la Vega Moreno, las 185 plazas conveniadas con centros privados en lo que se conoce como escuela hogar, de las que hay tres en la provincia.

MAYORIA DE POSTOBLIGATORIA Si bien De la Vega Moreno afirma que los destinatarios de estas últimas plazas son únicamente alumnos de Educación Primaria y Secundaria que por circunstancias sociales no pueden desarrollar sus estudios en el seno familiar, la mayoría de quienes ocupan los dormitorios de las residencias escolares son estudiantes de enseñanzas postobligatorias que no tienen acceso en su localidad al ciclo formativo que quieren cursar.

De esto sabe mucho el director de la Residencia La Aduana, Pedro Valderrábano, que está ubicada en Córdoba y con 210 plazas es una de las más grandes de Andalucía, quien apunta que la tarea "quizás más difícil e ingrata" es la del control de estos alumnos, que tienen que acatar las normas del centro.

Porque el régimen de estancia en estas residencias es de internado de lunes a viernes y durante este tiempo cuentan con horarios establecidos en los que los estudiantes reparten su tiempo entre el estudio de sus asignaturas, los talleres de apoyo educativo (informática, peluquería, manualidades, biblioteca o técnicas de estudio) y por supuesto el descanso. En el primer caso, cuenta Valderrábano, los residentes están acompañados por tutores que apoyan su labor, en aulas específicas, en el caso de los más pequeños, y en sus propias galerías los mayores.

Y es que el personal de la residencia, que en el caso de la La Aduana está formado por 60 profesionales, incluye a docentes, personal laboral y de atención educativa complementaria, que se convierte en el enlace entre el instituto y la familia del estudiante, que en muchos casos no puede desplazarse a la ciudad para acudir, por ejemplo, a las tutorías.

"En general hay un ambiente bueno en la residencia. En los últimos años ha cambiado el perfil del alumnado que se ha vuelto más diverso y multicultural. Por eso trabajamos mucho el tema de la coeducación y la convivencia", subraya Pedro Valderrábano, quien también destaca que en el pasado curso, el 90 por ciento de los alumnos residentes recomendaría, según la autoevaluación final, la residencia como lugar para realizar los estudios en Córdoba.