El proceso de reedificación del Córdoba ha vuelto a temblar por el mismo sitio. Cuánto daño en las estructuras internas --porque la afición puede soñar con lo que le plazca-- ha hecho de nuevo ese alarde ante el Real Madrid. Igual que en la primera jornada de Liga. Ni Ferrer entonces ni Djukic ahora han sido capaces de reorientar a sus jugadores después del empacho de parabienes tras sendos partidos. Posiblemente ni ellos mismos. Una confusión generalizada. El caso es que tanto en los primeros compases de Liga como en estas dos últimas jornadas, tras la visita del líder a El Arcángel, el equipo anda tan descentrado que a veces parece más perdido de lo que está en realidad. Porque ni era tan bueno entonces ni seguramente tan malo como parece ahora. Pero ahí están los datos.

Lo peor de la derrota de ayer ante el Almería (1-2), aparte de caer al descenso de nuevo y ante un rival directo por la permanencia, y en remontada, es que se ve abocado a una heroica en las próximas jornadas con un calendario poco asequible (Sevilla y Valencia). Cierto es que la Primera no ofrece áreas de descanso en el trayecto, pero tras lo ofrecido en los primeros encuentros del año, que valieron para salir del pozo, era de esperar un mejor comportamiento en los dos últimos encuentros de Liga.

A pesar de la derrota, el partido de ayer no tuvo nada que ver con el anterior en Vigo. Si ante el Celta los jugadores cayeron con una preocupante sensación de desinterés, con el Almería reaparecieron esas desconexiones individuales, esos fallos de líneas perdidas, esos desaciertos técnicos por malas elecciones y toda esa colección de problemas que llevaron al Córdoba a ser uno de los candidatos claros al descenso a finales del año pasado.

De todos modos, tan desacertada fue la puesta en escena del segundo tiempo, cuando surgió todo lo dicho, como válidos para resurgir fueron los primeros 45 minutos. Porque el partido tuvo dos caras y demasiado castigo. Si ha de haber un camino para quedarse en Primera será más idóneo el del primer tiempo. Intensidad, intensidad, intensidad y concentración. No hay más.

A estas alturas, pocas certezas hay pero sí algunas incontestables: Florin Andone es el 9 de referencia de la plantilla (y hay 26 efectivos en nómina), con la única duda a debatir de Ghilas, que se ha visto más eficaz desde la banda y menos como referente. Cuando el dibujo de presión del Córdoba pierde alguno de sus efectivos o desatienden sus tareas de presión --en Balaídos--, el resto del grupo se cae como un castillo de naipes. Y ahí es donde aparecen los desajustes de la primera línea defensiva, con ambos laterales más expuestos: goles. Ahí es donde afloran las individualidades de Bebé y Cartabia, dados a lo suyo cuando el equipo se rompe: pérdidas de balón. Ayer, al margen de los fallos individuales de Edimar y Juan Carlos en los dos goles de la remontada, el primero que lo hizo mal fue el técnico serbio con su movimiento de inicio de banquillo que rompió los esquemas. La salida de Zuculini era imprevisible por cuanto es un recién llegado, pero varió la escena; el tercero, esa insistencia machacona con Abel... cansa y desconcierta. Y es que si preocupa el comportamiento de algunos jugadores en los últimos partidos, más aún las dudas que ahora genera el único que parecía que lo tenía claro.