En un año, el 2016, que no ha sido bueno para el Córdoba en lo deportivo, bien está un final liguero como el conseguido anoche por los de Carrión. Victoria que se puede calificar como tranquila en donde nunca se había logrado y ante un Oviedo que solo había consentido una derrota en lo que se lleva de Liga. Podrían recordarse los dos balones al palo de los locales, el tanto de la tranquilidad obtenido con algo de fortuna, las dos paradas de Kieszek y algún detalle más, pero lo cierto es que, más allá de otras valoraciones, el partido del equipo de Carrión en el Tartiere fue serio, de los que merecen algo positivo. Por el orden, por la solidaridad entre todas las líneas (sobre todo la del mediocampo) y por intentar, no con excesivo éxito, mantener la posesión en los momentos en los que el rival podía creérselo. Pero la inoperatividad del Oviedo (en parte, mérito de los blanquiverdes) hizo el resto. Porque en contra del intento de imagen a proyectar, el Córdoba fue ayer un equipo que dio prioridad y sacó números en la lotería en la que se están convirtiendo la mayoría de partidos en esta Segunda. En definitiva, que los de Carrión compitieron olvidándose de todo, dando prioridad a los puntos, lo que dio lugar a un partido en el que el derrotado se queda absolutamente sin nada, como le ocurrió finalmente al Oviedo: ni puntos, ni juego. Nada con lo que consolarse.

Desde el principio se vio que fútbol se iba a ver el justo. Un campo en no muy buenas condiciones y un triángulo formado por Edu Ramos, Luso y Borja Domínguez por parte del Córdoba dejaba a las claras el aumento de músculo en la medular, y la reserva del juego por dentro para confiar en las llegadas por las bandas. Pero los blanquiverdes dejaban claro que por dentro no le iba a llegar nadie, mientras que en las bandas, Javi Galán y sobre todo Juli se mostraron muy solidarios en las ayudas.

El partido estaba absolutamente atrancado, con un Córdoba tranquilo y un Oviedo que se estrellaba una y otra vez contra el mediocampo blanquiverde, mientras que por las orillas solo Nando generaba una leve inquietud.

En la primera del Oviedo (min. 17) Jonathan Pereira se topó con Héctor Rodas y en la respuesta blanquiverde llegó el primer tanto de los blanquiverdes. Un balón que salvaba Borja Domínguez en la línea de fondo era centrado por Antoñito para que Javi Galán, en el segundo palo, le ganara la partida a Fernández y, entrando con todo, adelantara a los suyos. El gol dio más tranquilidad, si cabe, a los de Carrión, que controlaron el encuentro con lógica, con efectividad, la misma que mostraron de cara a puerta. Tan solo permitieron, en los últimos cinco minutos, un centro envenenado de Susaeta y un disparo de Jon Erice desde la frontal. Pero en ambos casos apareció Pawel Kieszek.

Un detalle a resaltar en este Córdoba de Carrión es la virtud mostrada a la hora de adelantarse en el marcador. Goles psicológicos, de los que ayudan mucho. Ocurrió en Reus y nada más salir de vestuarios del Tartiere, nuevo ejemplo. Borja Domínguez lanzaba un disparo desde la frontal no excesivamente duro, pero el intento de despeje de Erice dejó a Juan Carlos completamente caído en el lado opuesto al que se dirigió el balón. El mazazo para el Oviedo fue brutal, mientras que para el Córdoba era la forma ideal de seguir por el mismo camino, sobre todo mostrando esos números: dos disparos entre los tres palos y dos goles a favor.

Para colmo, la inoperancia mostrada por los carbayones se recrudeció a balón parado, incluso, cuando Susaeta lanzó un golpe franco directo por encima de la barrera, estrellando el balón en el poste derecho de la portería defendida por el polaco. Hierro movió banquillo e introdujo a David Rocha, Linares y Jorge Ortiz por Óscar Gil, Susaeta y Toché, éste lesionado. Pero no le dieron resultados efectivos al técnico malagueño. Cierto es que el Córdoba perdió algo de tranquilidad, bastante balón y permitió generar una pequeña preocupación sobre el destino del encuentro. Pero lo cierto es que, por más que el Oviedo intentara empujar, sus llegadas no lograban ni tan siquiera asustar a Kieszek.

Porque incluso cuando Carrión sentó a Luso dando entrada a Esteve -lo que permitió alguna incursión oviedista por dentro-, esta se topaba con el amontonamiento de hombres en esa zona. Así, imposible, por lo que Nando fue el único que apareció de manera tan guadiánica como insuficiente para los asturianos. Eso sí, en los últimos minutos y jaleados por los suyos, los hombres de Hierro intentaron lo que ya hicieron con el Numancia o el Lugo. Salvar un punto, al menos. Jorge Ortiz se topó de nuevo con Kieszek cuando tenía todo a favor para anotar (min. 80). David Rocha ajustaba tanto el disparo que salió tocando el poste por su lado exterior (min. 85) y Linares, a uno del tiempo reglamentario, lograba anotar por los locales tras un pase de la muerte de Nando. El Córdoba llevaba ya muchos minutos entregado a una sola tarea: anular en lo posible al Oviedo y olvidarse de tener el balón o de intentar salir al contragolpe, algo que hubiera tenido su fruto dada la alta productividad demostrada. Pero en todo caso el triunfo no pareció peligrar en ningún momento. El Córdoba derribaba el Tartiere por primera vez en su historia y se marcha de vacaciones con sus debates abiertos, esos que no deben nublar la mágica eficiencia mostrada en Oviedo.