Quedarse ahora enganchado a las cifras que vomita la tabla de Primera, sus infinitas probabilidades aún, con su Córdoba colista y las ocho derrotas consecutivas es tan inútil en esta pelea casi imposible por la permanencia como la reacción del equipo ayer en Málaga (2-0). Hacerlo al clavo ardiendo de las ocasiones falladas ayer o el primer gol en fuera de juego, alguna jugada aislada, algún destello de reacción y entrega sobre el césped de La Rosaleda, más de lo mismo e inequívoco engaño. Es que Djukic no da con la tecla, sus experimentos en la banda derecha (Ekeng y Luso), Florin de moda en el banquillo, las precauciones en busca de ese equilibrio que no llega ni a patadas con una moto gripada... Es que los jugadores no se cuidan, no se enteran... Más de lo mismo. Arboles que no dejan ver desde hace mucho tiempo ese bosque de errores del principio de todo.

Después de ocho derrotas consecutivas con sus ocho análisis, sus ocho excusas en degradación y sus ocho propósitos de enmienda, qué más da si de lo que se trata es de sumar algo en medio de la mediocridad constante. Y es que la sensación de que aún anda vivo porque si se gana aquí y luego cae tal y entonces más tarde lo otro procede de un cúmulo de imágenes individuales que nunca han dejado formar un verdadero equipo a este Córdoba desahuciado. Un equipo más allá incluso de una caseta: despachos de puertas giratorias, asesores, técnicos, agentes, muchos jugadores a lo suyo y a lo del otro... Intereses, intereses, intereses y poco fútbol. Todos alejados de lo único que necesita un equipo de cualquier deporte, formar un grupo cohesionado dirigido por gente capacitada con un proyecto claro llevado a cabo por los mejores posibles. Todo lo demás es caer abocado al actual fracaso. En eso debería ya andar el Córdoba del futuro. La única suerte que tiene este equipo de malos principios y peor final es que cuenta con la compañía de gente con buenas intenciones. Ayer, otra vez, más de un millar de cordobeses acompañaron, pese a todo, al equipo en La Rosaleda con la predisposición de apoyar, de insuflar el poco o mucho ánimo que aún le queda dentro después de tanta afrenta y despropósito. Otra cosa fue como acabara el asunto. También tiene la suerte de contar con un técnico, por el momento, que acertado o no en sus planteamientos (más bien poco) no ha tirado la toalla ni se deja llevar por el desánimo. Otra cosa es cómo le van las cosas. Y por último, con una plantilla que, más o menos profesional en sus comportamientos individuales (que algunos pagan con descaro y sufrimiento en los partidos), más o menos capacitada en lo técnico y táctico, más o menos equilibrada en su confección y mente, a pesar de ser desde hace tanto tiempo una muñeca zarandeada por las circunstancias, tampoco se resiste a morir sin al menos intentarlo. Y otra cosa es que no levante cabeza. No son ni la más congruente a veces ni el más clarividente ni la más capacitada ni equilibrada de las plantillas, pero ninguno de ellos decidieron a principio de esta temporada cuál iba a ser el camino y con qué medios se iba a poder contar. Ahora, mientras siguen en el empeño por hacer posible lo imposible, a once jornadas del fin, quien ha de hacerlo para el futuro que lo haga. Con la lección aprendida y la mente clara.