La agencia de viajes CCF ya no es lo que era. No hace mucho invitaba a noches de hotel, desayunos, almuerzos y cenas. Recordamos aquel viaje a Sevilla. 24 horas en la capital de Andalucía, pese a la cercanía y la hora del partido, las cuatro de la tarde, para no hacer nada, solo mirar, pasear y comer. Ayer en Granada, misma hora, mismo resultado, casi idénticos kilómetros, pero al menos el club se ahorró un buen puñado de euros. Solo cinco horas en Granada. Bus de ida y vuelta en el mismo día y con la hora justa. Barato, barato.

A la agencia CCF solo le queda echar el cierre y ya no podrá hacerlo ni de manera digna. Ese tronco blanquiverde, obeso y fácil de agarrar por cualquiera que esté en apuros, como ayer el Granada, va directo a la catarata.

A las cuatro de la tarde en Córdoba ayer parecía agosto. ¡Qué triste que el aficionado sienta vergüenza de encender el televisor para ver a su equipo! ¡Qué pena que lleve semanas deseando que acabe este suplicio! 42 años esperando y ahora no se desea otra cosa que termine ya esto y empezar de nuevo en Segunda.

Mientras tanto, sigamos aguantando la burla. En el estadio con olés del penúltimo clasificado. En el móvil, el hazmereír:

-- Os lo estamos regalando.

-- Gracias.

-- Ya nos devolveréis el favor.

-- Vale. Dentro de 40 años.

Tú mismo te ríes cuando escuchas a seguidores de equipos que pelean por la permanencia hablar de amaño, de dejadez, y te ríes porque has visto 36 partidos del Córdoba y sabes que lo que parece un amaño es la cruda realidad y se llama inoperancia.

Qué pena también escuchar las palabras de un entrenador de discurso cerrado, incapaz de deslizar una crítica a sus jugadores, por triste que sea el partido. "El equipo no ha bajado los brazos y se ha sentido con fuerza para seguir compitiendo incluso con un jugador menos, ha intentado tener la mayor competitividad y honradez", dijo José Antonio Romero, ajeno a la sonrojante realidad, y solo alterado cuando se calificó a su equipo de muerto. "Hemos querido enterrar al muerto en vida, y ahora que estamos muertos, estamos en la gloria. Estamos muertos. ¿Qué quieres que estemos vivos estando muertos? Ahora ya no podemos estar muertos".

Qué alivio escuchar al joven e inocente Florin sentir lo que ocurre, ver la realidad tan clara y rebelarse contra ella, contra él mismo y contra sus compañeros, y suplicar por el final de esta agonía. "Hemos hecho el ridículo, que se acabe ya la Liga porque estamos dando pena", pide Andone, encendido y tocado en el orgullo. "Estoy enfadado porque soy malísimo, no sé dar ni un puto pase, y también con el equipo porque estoy hasta los cojones de todo. Todos estamos pensando ya en la temporada que viene y no salimos ni a salvar la dignidad. Si somos malos, somos malos, pero por lo menos salimos con una puta actitud y lo intentamos hacer lo mejor posible, pero no salimos a que se rían de nosotros".

22 años y un poco de sangre en la venas bastan para sentir esas 15 líneas de periódico, 88 palabras para resumir una segunda vuelta que sobrepasó hace tiempo el umbral del bochorno y el ridículo.