El himno no permite que se escuche el quejido de la gente, así que la gente espera, acaba el himno y entonces, cuando ya nada puede enmudecerla, se desahoga contra los jugadores ("¡mercenarios!") y contra el presidente ("¡vete ya!").

La adrenalina era el sábado. Quien la quisiera el domingo, se equivocó. La freidora está a rebosar. Seis platos de fritos, uno de cogollos y una frase que se repite en la mesa.

-- Hoy ganaremos, ¿no?

Me sale una carcajada.

-- Hombre, que es el Albacete...

A la media hora el Albacete va ganando y la gente se queja de que pierden tiempo, pero tiempo para qué.

-- Esto es una verbena.

-- No jugamos a nada.

-- Que el Albacete va penúltimo.

-- Hemos hecho cero.

Podría seguir así hasta completar la última línea, pero sería demasiado fácil. Y mi aliento a fritanga ya es insoportable.

Un kit kat.

Mi mochila se está llenando de cáscaras de pipas. Me giro, miro al hombre que las tira, pero no mucho, no quiero parecer grosero. La fritanga va desapareciendo gracias al kit kat, pero el viento me sigue acercando las cáscaras de las pipas. Vuelvo a mirarle, pero continúa lanzando. Mascar, lanzar, mascar, lanzar. Es curioso, escribo más cosas en el descanso que en el partido.

Intento comprobar cuántas le quedan, pero no veo el paquete, solo su mano, que parece un pozo sin fondo, llena de pipas. Pongo los pies en el asiento delantero; esto es la guerra. Pero el de delante ni se queja ni me mira.

Entra un nuevo actor. Hombre, 40 años, jersey, camisa, elegante, salvo porque tiene las rodillas de sus vaqueros manchadas. Se sienta a mi lado.

-- ¿Qué tal el Córdoba?

La pregunta me incomoda, me saca de mi confort.

-- Mal.

Toda la fila está libre, pero se sienta a mi lado.

-- ¿Está jugando mejor el Alba?

No tengo ganas de explicarle.

El hombre de delante, que parecía inofensivo, empieza a fumar y el humo me viene directo a la cara. Odio el humo. Lo odio a muerte.

El penalti es una tregua: ni pipas ni humo ni preguntas.

En la celebración vuela el paquete de pipas. ¡Primera victoria! Y al hombre de delante le ha entrado tanto frío que la bufanda con la que se ha cubierto toda la cabeza no le va a dejar dar más caladas. ¡Otra victoria!

-- ¿Está jugando Fede Vico?

Este sigue.

-- Puf, ni me había fijado.

Pero, definitivamente, hoy es el día. El padre se cambia de sitio y pone al niño a mi lado, al niño más silencioso del mundo. Qué gran tarde. Tan buena que hasta me levanto con el segundo gol del Córdoba y le dijo:

-- ¡Has venido para lo bueno!

Es la primera vez que sonrío en el fútbol. Esto se merece otro Kit Kat. Y cambiar el titular, por supuesto. Había pensado en poner ‡2Huele a fritanga‡1, pero ahora que todo es tan maravilloso, ganando, sin pipas, sin humo, sin preguntas... ¿Mira que si al final me sale una contra positiva?