Cuando fuimos los mejores / los bares no cerraban / cada noche en firme / a la hora señalada.

El Córdoba no es aquel equipo que renunció a una idea inicial de juego para basarse únicamente en meterse atrás de manera descarada y confiar en un guerrero llamado Florin, un maduro Xisco (maduro no por edad, sino por comportamiento dentro y fuera del campo) y en dos galgos sin correa acostados en las bandas. No es aquel grupo que no necesitaba nada más porque con eso no es que fuera suficiente; es que en ocasiones (pocas) podía ir casi sobrado. Así, en aquellos meses de octubre y noviembre, la fiesta era contínua por más que se divisaran interrogantes. ¿Y los elementos en defensa? ¿Y los momentos cima o valle en lo físico? ¿Y en las épocas en las que a más de un futbolista no le salen las cosas? En definitiva: ¿Y el fútbol? Porque es lo que, a fin de cuentas, puede sacar a un equipo de esos baches que padece a lo largo de un campeonato, más si en la individualidad radica tu éxito. Un Zaragoza que no estuvo más allá de aseadito, pero ordenado y con el fútbol necesario se llevó los tres puntos de manera tan facilona como dolorosa. Principalmente porque el Córdoba, hace justo una vuelta, renunció al fútbol.

Cuando fuimos los mejores / las camareras nos mostraban / la mejor de sus sonrisas / en copas llenas de arrogancia.

Pero aquellos eran otros tiempos. Aunque la Segunda siempre es apretada, el verse segundo en la tabla o incluso primero nubla la mente hasta del más cerebral. Y era momento, hasta hace menos de dos meses, de sacar pecho. Sí, se sabía que el equipo jugar, lo que se dice jugar, poquito, por no decir nada. Los pespuntes asomaban en cada encuentro pero la clasificación mandaba y era momento de abrazar los números, que era lo único brillante en este Córdoba. Lo único que continúa siendo bueno en este Córdoba.

Cuando fuimos los mejores / dejamos de ser nosotros / lo peor que llevas dentro / se refugia en tu mirada.

Un Córdoba al que ya se le ven los costurones y que genera más miedo y preocupación que otra cosa desde hace casi dos meses esperaba a un Zaragoza que arribó a El Arcángel con peores números, impelido por la necesidad de tener un buen resultado y, por más que se empeñe su técnico con el 1-4-3-3, con un 1-4-5-1 que ahogó por completo a los blanquiverdes. Como detalle de la situación de este Córdoba, Ángel por sí solo se bastó y se sobró para sembrar los nervios y multiplicar los errores en la zaga blanquiverde.

Cuando fuimos los mejores / el dinero se gastaba / se podía comprar todo / incluso vuestras almas.

En fin, que este Córdoba al que el discurso oficial señalaba como imposible de mejorar porque "eran los mejores" se plantó ante un rival con no pocas dudas, algo de fútbol y, al menos, la misma calidad para naufragar a lo ancho y largo del encuentro. Los maños le tiraron la línea de defensa a 35 metros de su portería. Le ganaron el centro del campo a Oltra. Evitaron los balones largos a Florin con una presión bien aplicada en línea de tres cuartos y, cuando circunstancialmente los locales conseguían filtrar un balonazo de más de 30 metros, el fuera de juego hacía el resto. Defensivamente, el Zaragoza supo anular al adversario y ofensivamente sólo tuvo que aparecer en tres o cuatro ocasiones. No cuenta la primera, que terminó en gol, un regalo de Razak que ya hizo imposible lo que era muy complicado.

No tuvo ni capacidad de reacción el equipo de Oltra. Tras ese gol a los cinco minutos y durante la siguiente media hora, el dueño del partido fue el equipo maño. Dos minutos después pudo volver a marcar, pero Pedro pecó de egoísta. El Zaragoza se agarró al campo y sacó de él al dueño del mismo. El trío Morán, Ros y Culio cerraba por el interior y cuando tocaba atacar, Pedro o Hinestroza se metían también por dentro para dar vía libre por la banda a Rico o a Campins. Demasiado para el Córdoba. Al menos, para este Córdoba.

Razak volvió a dar un susto que pudo costar el segundo gol y Javi Ros, con un disparo raso tras una buena jugada aragonesa volvía a demostrar que había un equipo que funcionaba en todas sus líneas y otro que no. En los últimos 10 minutos del primer acto el Córdoba intentó parecerse aquel de octubre y noviembre, con un balón largo que atrapó Florin y cuyo disparo fue repelido por Manu Herrera. Pero al igual que otro movimiento inteligente de Xisco, minutos después, sólo fue un espejismo.

Nada más salir de vestuarios llegó el segundo mazazo tras una buena jugada visitante que culminó Hinestroza. Y ahí el Córdoba hizo amago de descomponerse. Florin veía la quinta amarilla que le impedirá estar en El Toralín, Ángel anotaba un golazo anulado de manera injusta por un fuera de juego que no existía, Rodas cometía penalti por mano --que hubiera significado su segunda amarilla-- que Arias no vio y Pedro volvía a pecar de egoísmo. Oltra hizo cambios para eliminar esa desesperante lentitud y que su equipo al menos se pareciera a aquél que volaba en octubre, pero la media hora que quedaba sólo supuso un despacioso suplicio.

El Córdoba que se olvidó del fútbol y de refuerzos confirmaba que o tiene a tope durante todo el año a aquellos cuatro de otoño o deberá activar otro plan que, hoy por hoy, no se vislumbra, ya que el fútbol no parece que sea el que le ayude ahora.

Cuando fuimos los mejores / nuestro otro yo nos acechaba / mercaderes de deseos / habitantes de la nada.

Ficha técnica:

Córdoba: Razak; Stankevicius, Héctor Rodas (Pineda, 78'), Deivid, Cisma; Pedro Ríos (Fidel, 55'), Markovic, Luso (Eddy, 55'), Nando; Florin y Xisco.

Zaragoza: Manu Herrera; Campins, Guitián, Cabrera, Rico; Javi Ros, Erik Morán, Culio; Pedro (Dorca, 90'), Hinestroza (Diamanka, 73'); Ángel (Dongou, 83').

Goles: 0-1, (5'): Razak, en propia meta. 0-2 (48'): Hinestroza.

Árbitro: Francisco Manuel Arias López (C. Cántabro). Amonestó por parte local a Razak, Héctor Rodas, Markovic, Eddy, Florin, Pedro Ríos y a su técnico, José Luis Oltra, así como a los visitantes Hinestroza, Culio, Rico, Guitián y Pedro.

Incidencias: Partido de la vigésima quinta jornada de la Liga Adelante, disputado en El Arcángel ante 13.301 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones pese a la lluvia.