"Guardo un recuerdo inmejorable. Le tuve en dos etapas: en Tenerife y hasta hace poco, en Huelva. En la isla dejó una imagen buenísima. Es muy cercano". Marc Bertrán pasó fugazmente por el Córdoba en el 2004 y, en el 2006, recaló en Santa Cruz, en donde coincidió con José Luis Oltra tres temporadas, incluyendo la del ascenso. Es el primero que habla del valenciano como "cercano, de buen trato con todos" y transmite, sin decirlo, esa sensación al hablar de un tercero de que el protagonista da una importancia bárbara a la fuerza del grupo: "Hace disfrutar a todos del día a día, con su metodología del trabajo; controla bien el grupo", asevera el jugador catalán, que también lo tuvo esta última temporada en Huelva, en circunstancias duras. "Todo lo que se le prometió no se cumplió", afirma sin dudar; "se hablaba más de lo extradeportivo que de fútbol", resume el defensa de la "situación muy particular" que se vivió en Huelva.

Y ese sentir como jugador siempre ha logrado Oltra que el resto lo asuma para con su técnico. Al menos, en los vestuarios que se ha consultado y, desde luego, desde los principios. Porque su debut en Segunda B proveniente del Catarroja (Preferente) lo hizo en un histórico como el Castellón, que partía con el objetivo del regreso a Segunda División y para ello contó con el valenciano en el banquillo y con el exblanquiverde Juan Carlos Quero. El delantero lo dejaba ayer claro nada más empezar a recordarle: "El trato es impresionante, porque hasta los que no jugaban estaban bien de ánimo. Se veía desde el inicio que sabía llevar el vestuario", recuerda Quero, que detallaba que "estuvimos 31 partidos sin perder, una barbaridad, récord de la categoría y hasta esa jornada llevábamos, creo, cuatro goles en contra y de penalti". Pero en la fortaleza del grupo, Oltra deja sitio a la espontaneidad individual: "Defiende con orden, pero da libertad y no obliga a hacer lo que el jugador no sabe o no le sale hacer. Sabe sacar el mejor recurso de cada uno". Pero el exblanquiverde vuelve, como Bertrán y otros, a hablar de latido, de pulso vital, de sentimiento y de ilusión. "Transmitirá mucho a la gente, a saber perder, a tomar con tranquilidad los contratiempos y la seriedad que aporta a todo; llega a todo el mundo".

Eso que parece un planteamiento de vida (en todos los órdenes de ésta) del propio José Luis Oltra dejó profunda huella en Tenerife, en donde señalan directamente a su casa, sus padres, sus hermanos... Su entorno más cercano. Y ahora, pasados los años, también sus hijos, Pablo y Miguel, de 10 y 7 años respectivamente. Pendientes de que el ciclo formativo de uno pudiera terminar en el lugar de trabajo que tocaba en ese momento o del propio hábitat de los mismos. Y, cómo no, también de Maribel González, su esposa. "Ella es más importante de lo que parece", comenta alguien de su entorno de los últimos años, "incluso en el aspecto laboral; no es que se meta en alineaciones o cosas de esas, en detalles no. Pero sí en la situación anímica del equipo o detalles ocurridos durante un partido; lo comenta con él, José Luis escucha, claro, porque en el fondo es algo más intuitivo y de percepciones que de fútbol en sí". Y toma nota. Quienes han visto a José Luis y Maribel en Almería, en Tenerife o en Huelva coinciden en lo mismo, por lo que esa fortaleza e ilusión que transmite el nuevo técnico del Córdoba en cada vestuario al que se ha enfrentado, buscando unión, la lleva consigo desde casa.