--Hoy quién es el afortunado?

-- El Elche.

-- ¿A ese no deberíamos ganarle?

Puntos suspensivos.

El domingo es remoloneo entre las sábanas, desayuno en la terraza, mermelada casera y zumo natural de fresas y plátano. El domingo es para correr por el campo, coger margaritas, caracoles o besos familiares.

-- Queda inaugurada la época de flores silvestres.

El balcón luce y el domingo parece que no acaba. El domingo debería concluir con una película en pijama.

Vas al fútbol por inercia, sin convencimiento, vas porque sí, porque ya has pagado y porque no sabes cuándo volverá esto. Vas porque aún es de día y da la sensación de que es más temprano, y no piensas que vas a llegar a casa cerca de las doce de la noche.

Vas sin ninguna esperanza. Qué triste, ¿verdad? Vas porque apetece dar un paseo, y solo eso.

-- Va a hacer frío.

-- No seas agorera, solo tengo una rebeca.

Por ahora, la camisa de cuadros remangada. La rebeca en la mochila, junto al bocadillo de queso y el aceite chorreando.

-- ¿Ghilas, quieres mi bocata?

El único nombre que se corea es el de Florin. Hay muchas polillas volando por la tribuna baja y un adolescente inundado de espinillas insulta a todo el que sale del vestuario, local o visitante.

Cómo acabar el domingo de la mejor manera.

Irse.

Me voy, se van unos cuantos, antes de las diez menos cuarto, cuando marca el Elche, ya hay quien se está yendo, y esos no pillarán atasco, cenarán a una hora decente, podrán comentar la película en casa, en su sofá, incluso con una manta si entra frío, que tenía razón la chica de la taquilla y está refrescando.

Las mangas de la camisa de cuadros bajan hasta las muñecas.

Imposible, se oye a un seguidor cuando Krhin cabecea al poste. Y ahí acaba todo, una vez más, porque esta temporada ya acumula varios finales de descenso, de tirarse al suelo y llorar. Pero aún quedan más de veinte minutos. Marca otro el Elche.

Imaginar es fácil. Ya se abuchea todo, cada vez que Juan Carlos toca el balón, a Ghilas cuando se va, a Bebé, hasta un córner a favor se pita. El público grita exaltado contra el palco. "¡González, dimisión!‡", otra letanía que se repite y que ya no es noticia, ya no es noticia que un seguidor se ponga en pie y le aplauda: la ironía y la burla.

Después del desahogo, la calma. Durante quince minutos no ocurre nada. El estadio se va quedando vacío, le quedan pocas horas al domingo.

-- ¿Cómo sigue el enfermo?

-- Durmiendo.

-- Verás cuando se despierte.

El enfermo estará incómodo en una cama ajena y comida de plástico, pero se está ahorrando ver cómo un campo de Primera se muere. El enésimo descenso.

Cartabia llora, Vico lagrimea, Florin caído. Krhin camina lentamente al fondo sur, regala su camiseta y pide perdón. Pantic cambia el perdón por un aplauso. Bebé también se retira con el músculo al aire. No hay estruendo. No hay casi nadie.

Resignación.

Sacar la rebeca de la mochila. Hace fresco, pero es agradable el regreso. Al llegar a casa la película ya habrá acabado y no quedará nadie en el sofá, pero mañana las flores silvestres empezarán a crecer en el balcón, con otro desayuno de mermelada.