Cinco jornadas después, con 2 puntos de 15 posibles, empieza la otra Liga del Córdoba: su Liga. Anoche en Mestalla, por segunda jornada seguida, constató la enorme diferencia que hay entre la Primera de los de arriba (Real Madrid, Sevilla, Valencia...) y la que ahora viene.

La Liga de los europeos ya quedó atrás con un balance que sitúa al Córdoba como colista en la tabla. De sus cinco primeros rivales de estreno, cuatro ocupan al cierre de la quinta jornada las primeras plazas (Valencia, Sevilla, Madrid y Celta). Los siguientes serán Espanyol (11º), Getafe (19º) y Málaga (10º), tres adversarios, en teoría, de su mismo radio de alcance.

Dicho esto, el análisis de la trayectoria del equipo en Primera tampoco puede obviar la evidente involución que ha sufrido en las últimas jornadas, en lo que a imagen se refiere. Vale que enfrente hubo rivales de peso, vale que el ambiente se ha ido enrareciendo poco a poco con motivos extradeportivos (tres jugadores empapelados por asuntos internos), una empanada monumental en los inicios y dudas razonables con algunos efectivos llamados a ocupar puestos de responsabilidad en el once, pero, por encima de todo, una pérdida de identidad y crédito con aquel Córdoba que encandiló en el estreno en el Bernabéu.

Con todo este cóctel, la duda que queda es si el equipo sabrá competir ante rivales de su nivel o todo lo visto obedece más a problemas estructurales que méramente pecuniarios. Es cierto que la calidad influye, pero no así la concentración y la capacidad de reacción. Ambas irregulares. Anoche, en muchos momentos, se echó en falta la competitividad y el sosiego a partes iguales. Y en ese perfil ha de trabajar rápido Ferrer para cambiar una dinámica peligrosa, cuando aún hay tiempo para hacerlo.

En Valencia, sorprendió la vuelta de tuerca que Ferrer dio en el planteamiento de inicio. No porque diera entrada a tres habituales pivotes, sino por las características suicidas de un equipo que enfrente se las iba a ver con uno de los mejores del campeonato. De hecho, ahora mismo es el más regular y efectivo.

Meter a Bouzón, López Garai, Abel, Fede Vico y Ghilas en Mestalla puede traducirse en la necesidad de buscar hombres de confianza, visto el panorama y el factor decisivo que se preveía con la ausencia de Fede Cartabia. Con medio equipo de relevo, en medio de un camino hacia la identidad, en un campo a cara descubierta con un rival en busca del liderato, mejor, más armado y bien arropado de arriba a abajo, el harakiri era cuestión de tiempo. Y fue antes de lo esperado. Tal vez se cumplió un guión demasiado parecido al de Sevilla la semana anterior, aunque con planteamientos distintos. Cierto es que el Córdoba reaccionó en algunas fases del partido. Cierto que contuvo por momentos al Valencia. Pero del mismo modo inútil que ante el Sevilla con una respuesta peor, la deslealtad del propio técnico a sus planteamientos teóricos dando entrada paulatinamente y sin ton ni son a jugadores de carácter ofensivo sin patrón de entendimiento --¿acaso hubo balones colgados a Mike o al espacio a Ghilas?--, con Matos, Abel, Rossi, Fidel, Ghilas y Havenaar al mismo tiempo. Un desconcierto que tocará afinar a partir del domingo. Cuando de verdad --se espera-- comience la Liga del Córdoba.