Hacía un frío que pelaba, de esos que incluso con bota y doble calcetín acabó uno con más frío que en la comunión de Pingu. Jugaba en el Albacete un tal Keylor Navas, al que no se le pudo evaluar porque apenas le puso a prueba el ataque rival. El único punto en común del partido de ayer con el de entonces, un gélido 2 de enero de 2011 era Miguel Núñez, entonces casi imberbe y que entró en el último minuto, para perder tiempo, y algún que otro aficionado cordobesista. Sobre todo uno, Rafa. Estuvo entonces y también acudió ayer. Le pilla relativamente cerca cada visita blanquiverde al Carlos Belmonte. "Qué diferencia, tío, qué diferencia. ¿Te acuerdas? Perdimos con ellos ¡y bajaron! Qué rasca hacía", recordaba nada más saludar y contemplar a los cientos de aficionados que recibieron al equipo. "Fíjate ahora, ¡líderes!", remarcaba con la mirada, como no dando crédito ni a la situación clasificatoria del equipo ni al cambio en este último lustro.

Se metió arriba del todo, "para disfrutar, porque esto no me lo pierdo". Y se puso a gritar y a saltar con el resto, no sin antes hacer el vaticinio, ése que todos hacen/hacemos antes de cada partido y, como es lógico, un pronóstico en el que nunca pierde el de blanco y verde. "Ganamos, le metemos siete puntos al séptimo, que es un buen colchón, porque las cosas van a ir a peor, seguro".

Cantaba y gritaba ese millar en blanco y verde desde media hora antes de comenzar el encuentro. Se lamentaba en los primeros diez minutos, sufría en el resto de la primera parte y ni siquiera en el segundo acto, con el equipo prácticamente desaparecido, no paró de gritar. Hasta con 2-0 y a cinco del final coreaban los aficionados el nombre de Florin. Rafa resumió el pensamiento colectivo de la masa: "No hemos estado. Da igual, a mí el rollo no me lo cortan".