Hace pocos años, Theodoros Zagorakis rememoraba el éxito de Grecia en el 2004, cuando en la Eurocopa de Portugal los helenos que él capitaneaba se alzaron con el título sorpresivamente. "Estábamos en el momento justo, en el lugar indicado. Todos querían jugar al fútbol y nosotros, simplemente, queríamos ganar". El griego era un equipo veterano, sabedor de lo que había que hacer desde la llegada de Rehhagel tres años antes --que ya como jugador había sido un defensa de los de tenerle miedo en el mismo túnel de vestuarios-- y, además de alzarse con el triunfo final, logró que Zagorakis, a sus 32 años, fuera declarado mejor jugador del torneo. No es un dato baladí cuando en la misma competición se congregaron 'tuercebotas' del nivel de Luis Figo, Zinedine Zidane, Thierry Henry, Rudd Van Nistelrooy o Pavel Nedved. Grecia terminó como campeona siendo el equipo que menos remates realizó, con un 43% de posesión media y como quinta selección que menos disparó entre los tres palos. Pocos recuerdan a aquella Grecia, pero "quería ganar". Y ese, desde luego, es el enunciado de este Córdoba que se parece a aquel equipo no sólo en el lema. Los de Oltra dieron ayer un paso adelante en el aspecto numérico hasta llegar al coliderato al imponerse en el Anxo Carro, un campo particularmente difícil para ellos en sus anteriores visitas y también complicado en la actual temporada para el resto, ya que hasta ahora no sólo no había perdido, sino que tampoco había encajado ningún gol el Lugo de Luis Milla. Cierto es que se lleva poco de competición, pero es un dato a tener en cuenta en este Córdoba que necesita precisamente de resultados positivos para adquirir la confianza y la tranquilidad que el propio fútbol, su fútbol, no le otorga.

Y lo hizo a pesar de esas lagunas atrás que por ahora no le penalizan, pero sí con la aparición en los momentos necesarios de sus hombres de calidad. Oltra tiene claro que necesita a Luso en el medio para que Markovic se dedique a lo que tiene que hacer, lo que hizo ayer, lo que llevaba tres semanas sin mostrar. Y, por supuesto, a Xisco, un futbolista que en su puesto apenas tiene rival en Segunda cuando el equipo, el entrenador, la afición, le dan la importancia que tiene.

Los problemas atrás desnivelaron el marcador a los 19 minutos cuando hasta ese momento se había visto a un Córdoba agazapado y a un Lugo que quería, pero no podía. Los locales tocaban el balón y buscaban a Falcón, pero sin éxito. Tuvo que llegar el tanto rojiblanco en un error visitante, tras un centro de Campillo casi desde el banquillo que remataba, prácticamente solo, Caballero, que tuvo tiempo de fallar en el cabezazo y fusilar posteriormente a Falcón. La virtud de los visitantes estuvo, como se ha dicho, en la aparición de sus hombres de calidad. Y con rapidez. Apenas ocho minutos después, Markovic daba un pase a la espalda de la defensa lucense que Xisco controlaba con el muslo para plantarse solo ante José Juan y superarle con suficiencia. Acusó el golpe el equipo de Milla, pero se rehízo unos minutos después, mientras el Córdoba continuaba con lo que sabe hacer: prietas las filas, solidaridad y trabajo. Eso sí, hubo momentos, tanto en ese primer acto como en el segundo, en los que la línea defensiva conseguía salir no sólo del área, sino plantarse cerca del mediocampo. Con dos llegadas locales finalizó un primer tiempo de perfil bajo en lo futbolístico y con la sensación de que el Lugo tendría que meter dos marchas más si quería llevarse el partido ante un Córdoba que se mostró por momentos consistente. La salida de vestuarios fue llamativa, ya que el Córdoba logró mantener el control del partido durante ese primer cuarto de hora y, además, con llegadas de Markovic (dos) y Pedro Ríos. Milla intentó a través de los cambios meter al menos una marcha más y se quedó a mitad de camino no por mérito propio, sino por demérito blanquiverde. La banda derecha, como siempre, comenzó a hacer aguas y el Lugo conseguía mantener la preocupación. Oltra dio entrada a Pineda y a Nando y, precisamente cuando peor lo pasaban los blanquiverdes, una aparición de Pedro Ríos por dentro con pase interior al área a Pineda hizo saltar por los aires el Anxo Carro. El chileno mandó el balón al palo largo y el mazazo para el Lugo fue definitivo.

Ese gol, el triunfo final a pesar de las lagunas, el espíritu que desprende este Córdoba con sus fallos y aciertos, sus renuncias (la última, la del entrenador hace 72 horas) y sus señas de identidad, recordaron a otro equipo, también internacional, la Corea del Norte del Mundial del 66. Kim Il Sung (padre del actual) había seleccionado a los jugadores del equipo, como 'líder supremo' que era. Vencieron a Italia, pasaron la fase de grupos y en cuartos ganaban en el primer tiempo 3-0 a la Portugal de Eusebio. Cayeron 5-3. Casi medio siglo después, su seleccionador recordaba que "el trabajo de equipo se impuso a la superioridad técnica", pero no reculó tras el 3-0 ante los lusos. "Era lo que sabíamos hacer", decía con una sonrisa. No ganaron nada, o poco, pero fueron recordados en un maravilloso documental, altamente recomendable. El Córdoba ganó ayer en Lugo con lo que sabe hacer, con lo justo. Puede que sólo le dé para momentos puntuales de felicidad, como a la Corea del 66, pero mientras tanto disfrutemos de 'El partido de nuestras vidas'. Véanlo.