Poco o nada más se puede reprochar a un grupo de jugadores que ayer dieron cuanto tenían, lo bueno y también lo malo, y que les dio para perder por quinta jornada consecutiva. Poco o nada más se puede añadir al mismo desbarajuste de Sevilla, de Almería, de Vigo, que provocó un nuevo intento de Djukic por hacer variar la dinámica en que andan enfrascados en esta nefasta segunda vuelta a cero, salvo insistir en que el problema es más de fondo que un simple quita de aquí que pongo a otro del banquillo o la mismísima grada. Poco o nada más se puede añadir ante un Córdoba que acumula cinco derrotas consecutivas, tan distintas como los rivales de enfrente, pero tan evidentes en sus conclusiones: no hay para mucho más. Colistas y a cinco de la salvación.

En cuanto a los jugadores, al menos el partido ante el Valencia sirvió para acercarlos a un nivel de compostura más acorde al grado de profesionalidad que ostentan. No se caracterizó esta quinta derrota consecutiva en Liga por la desidia de otros días, es más, las caras de la mayoría cuando enfilaban el túnel de vestuarios eran más propias de un exhausto trabajo que dio pocos frutos, unas vez más, ante un rival de los de arriba rácano e indolente a veces que con apretar cuando tuvo que hacerlo se llevó de El Arcángel los tres puntos. Sin embargo, a pesar del despliegue físico, se evidenció de nuevo aquello de que la fuerza sin control no sirve de nada (como decía el del calendario de las chicas del taller). Más bien valió en su momento para dejar al Valencia en bandeja un triunfo que no mereció por virtudes competitivas, sino más bien por la distancia que hay entre unos jugadores y otros, que es demasiada.

Tampoco hay excesiva diferencia entre los unos y los otros en el plantel del Córdoba visto su rendimiento. Y es que otra semana más, a Djukic le dio por revolucionar el once, en esta ocasión en busca de la vieja guardia. Que por probar no quede. Al once fueron a parar Saizar, Campabadal y Abel Gómez, de ese antiguo régimen, acompañados de Rossi y Bebé, es decir, cinco cambios respecto al último partido en Sevilla. El más significativo, casi un año inédito después, el regreso del meta vasco por un cuestionado Juan Carlos, a pesar de estar este último aún en la pompa de su reciente renovación. Lo de Gunino y Deivid al banco tiene la misma trascendencia en el equipo que peso tienen ambos en el vestuario. El serbio insiste en rebajar el papel de protagonismo de Florin Andone, que tiene a la grada entregada a la causa, con el mismo empecinamiento que por evidenciar los galones del capitán Abel Gómez quien ayer, sin embargo, no fue de los peores ni de los más perdidos en medio del barullo de turno.

Pues sumadas unas y otras cosas, el argumento del "cuchillo en boca" se mella y pierde filo. El Córdoba, 24 jornadas después y 32 jugadores más tarde, sigue a la búsqueda de un estilo de juego, una marca desde la que construir una idea y un proyecto más allá del argumento del rival de turno. 24 jornadas después, solo ha constatado inequívocamente que no es capaz de superar a los rivales de la zona alta y ha de sufrir mucho y al cien por cien de sus capacidades para optar a superar a los de la zona media y baja. Porque, 24 jornadas después, intentarlo todo ya no es suficiente para salvarse.