La derrota de anoche ante el Getafe (1-2), por dura y cruel que fuese en su desenlace, no vino sino a cerrar un círculo de despropósitos que aguardaba al Córdoba, tal vez, como despedida oficiosa a sus aspiraciones de permanencia en Primera División. Si bien los números mantienen en vilo a optimistas y también, sobre todo, a mercaderes de ilusiones, no son las matemáticas sino las sensaciones que transmite el club, de dentro hacia afuera, lo que hace pensar en que aguardan tres meses de calvario hasta que acabe esta triste historia.

No fue ni el peor partido, pero sí un resumen certero de lo que ha venido a ser una temporada abocada desde el principio al fracaso. Mal pensada, mal hecha, mal ejecutada. El final, la remontada en el tiempo de prolongación, los reproches y los enfrentamientos no añadieron sino más fango al camino que emprende ahora solo (como entidad mercantil, porque el sentimiento es perdurable y fiel) este Córdoba tan alejado de aquel espejismo de final del pasado curso que cobra otro sentido.

Para el futuro, al menos, emergen dos figuras como dos caras de la misma moneda entre tanta baratija exótica; dos canteranos (qué paradoja entre tantos jugadores por cuenta ajena) con rabia y amor propio en tiempos de orgullo, ninguneados por su condición y el destino, sobre todo ayer el de la casa: Fede Vico, que marcó el empate en propia meta, y Florin Andone. Entre tanto futbolista de versión promocional, abusones del regate innecesario y el disparo de 8 milímetros para el vídeo del agente de turno, ambos apelaron a la raza del que busca un sitio, una carrera honesta para sobresalir en el partido de la infamia. Lástima que por distintos motivos quedaran por escrito. Uno, el cordobés, porque pese a dejarse la piel y un nombre a tener en cuenta en su reconversión a hombre de carril y brega (de lo poco que ha encauzado Djukic desde su llegada), fue el que abrió el camino de la séptima derrota consecutiva de su equipo con un tanto de filigrana en propia meta. El otro, el futuro internacional rumano (si había alguna duda para su seleccionador, debería quedar de una vez despejada), porque no desfalleció y acudió fiel a su cita con el gol (el tercero) aunque de poco sirviera más tarde. No obstante, aunque el Córdoba pudo perder buena parte de sus opciones de permanencia anoche, entre la afición emergió un futbolista sobre el que sostener una idea. No es Van Basten, es cierto, como dijo Djukic no hace mucho, pero sí está al nivel del astro holandés en compromiso, instinto y calidad suficiente para un chico de 21 años que se bate por primera vez en Primera.

De la paliza anímica ante el Getafe, el equipo del serbio sale a siete puntos confirmados de la salvación y con los pies por delante. Tanto es así que ayer, en un gesto de poca elegancia propia de la vanidad del que empieza, el técnico rival desahució de un plumazo al Córdoba de la lucha por la permanencia. Matemáticamente, la afirmación es tan falsa como el marcador que se llevó para Madrid, con un equipo ramplón pero con la misma suerte de cara que ha tenido el Córdoba en otras ocasiones (hace tanto...) y que se suele equilibrar a lo largo de una Liga. Quedan 12 finales. Al menos para recobrar el orgullo perdido. Para intentar otro imposible.