El Córdoba perdió de nuevo en casa. Así que no corrió y jugó muy mal. Además, hubo jugadores que no son ni sombra de los que volaban en octubre o noviembre. Y, para colmo, cayó en los últimos minutos de partido, por lo que algo tiene que ocurrirle al equipo.

Ese sería el somero repaso al partido de anoche que se sigue haciendo en no pocas cabezas, en las que sólo manda el resultado. Si en el minuto 91 Deivid hubiera lanzado un balonazo largo a Florin, en carrera junto a un trastabillado David García y, en el mano a mano posterior, se hubiera impuesto a Nauzet, el repaso hubiera sido muy distinto: el Córdoba tiene pegada, el Córdoba recupera la fortaleza de El Arcángel o el Córdoba por fin le gana un golaverage a un rival. El partido de los blanquiverdes hubiera sido el mismo, pero... ¿Quién evita el subidón del resultado, que es lo más importante --no lo único importante, ojo-- en el fútbol? ¿Fútbol? Al fútbol precisamente es a lo que ahora no puede apelar el Córdoba, un equipo que ha renunciado siempre a él, por incapacidad en su plantilla o por abandono del que piensa, debate que daría para 4,7 millones de opiniones. Sostenido durante tres meses en la velocidad en bandas y en el balón largo continuado a Florin como básicos --por casi exclusivos-- recursos, así como unos detalles físicos, tanto en octubre y noviembre como ahora, el Córdoba pasa desde hace dos meses una travesía en el desierto que tiene pinta de ser más bien el del Sahara y no el de El Arenal. Así que para los que mostraban desde siempre dudas por la falta de juego y por la capacidad física de este Córdoba nada ha cambiado, mientras que los que adoraban los resultados como único progenitor verdadero han pasado de aquellos dos meses en los que todos los domingos eran el Día del Padre, ya lejanos, a la orfandad absoluta.

Poco más se le puede pedir a estos jugadores. ¿Qué culpa se le puede hacer recaer a un futbolista porque Antonio Otegui tenga la mitad de años que él y el doble de velocidad? Esta plantilla está dando todo lo que puede, por lo que a los de abajo no se les puede reprochar ni un ápice. Y en cuanto a ideas, la verdad es que a pesar de que el debate daría para no poco, no es menos cierto que anoche posiblemente se pudo hacer más. Que un Osasuna con Merino y Roberto Torres más los tres de arriba lograra dejar al novedoso --por nombres-- doble pivote blanquiverde en tierra de nadie es, desde luego, para que alguien intentara cambiar algo. Otegui, en la primera mitad, con sus 17 primaveras, provocó el descolocamiento de todo el Córdoba. Su conexión con Roberto Torres, primero, y con Álex Berenguer, después, fue una constante que nunca el conjunto de Oltra fue capaz de cortar. El Osasuna demostró desde el primer minuto que tenía fútbol individual y colectivamente, por supuesto más que el Córdoba, y que venía a El Arcángel a intentar romper esa estadística que decía que nunca había ganado en él.

La diferencia de velocidad, tanto física como en el pase, estaba a favor de los rojillos y el Córdoba, ya se sabe, balonazos a Florin o a una banda sin parar. Perdón, fútbol directo. El único peligro claro de los locales fue una falta botada por Pedro Ríos que se estrelló en el travesaño. Le respondió también a balón parado Roberto Torres un minuto después, pero Razak se lució. Y el mitin por la banda derecha de la defensa blanquiverde empezó a sonar más y más fuerte. Álex Berenguer se iba casi siempre, por lo que unido a la facilidad con la que se movía Otegui entre líneas, la sensación durante ese primer acto era que el gol visitante era cuestión de tiempo. Lo evitó Deivid ante Álex Berenguer (min. 34), que volvió a irse de Stankevicius un minuto después, y una vez más en el 41', con disparo cruzado que no entró en la meta de milagro.

La velocidad que servía para esas galopadas por la banda o para ganar partidos sin juego, también servía hace meses para disputar los balones divididos, para llegar a las segundas jugadas. Anoche, de nuevo el rival fue el que también se impuso en esa faceta del juego.

La segunda parte comenzó con una aparición de Florin Andone a la que respondió Nauzet y con un balón al palo de Roberto Torres tras el saque de una falta. Las sensaciones no cambiaban. Entró Víctor Pérez por Markovic, pero no se arregla lo de este Córdoba con un cambio de nombres. Podía pensarse que al retirar Enrique Martín a Otegui para dar entrada a De las Cuevas el escenario podía mutar. Vana ilusión. El Córdoba tiró de redaños, casta o corazón, como quieran llamarlo. Deivid subía el balón constantemente durante 20 minutos e incluso centró desde la posición de extremo izquierdo en una ocasión. Rodas cabeceaba un córner para que Nauzet abortara las mínimas esperanzas blanquiverdes. Y de ahí al final, poco, ya que en ese momento, del 60 al 75, se vio el arreoncito cordobesista. El físico no daba para más. El Osasuna controlaba el encuentro sin problemas. De hecho, durante los últimos 10 minutos parecía conformarse, incluso, con el puntito. Pero en el último segundo llegó el premio que el fútbol le había reservado a los navarros.

Tenía pinta lo de El Toralín de espejismo, aunque esos tres puntos le sirvieron al Córdoba para sumar 10 puntos en las 10 últimas jornadas en las que ha marcado una línea claramente descendente. Ya en Alcorcón la pegada no le sirvió para ganar. Anoche, ante el Osasuna, tampoco le valió sólo con el corazón.