Posiblemente nuestro Córdoba CF esté condenado en este último tramo del campeonato a convivir con el síndrome o efecto ascensor. Tendrá que convivir cada semana en un bloque de trece pisos con inquilinos (equipos con los que van a disputar las plazas de descenso) de diferentes características y que lucharán y harán todo lo posible por quedarse en una de las plantas que dan opción a la salvación. El ascensor es el que al final del campeonato te deja siempre en la planta que corresponde. Suele penalizar a los tres últimos (al final de temporada el ascensor deja a cada uno en la planta y lugar que cada uno merece) y premia a los demás que a nivel estadístico han logrado ser más regulares, han sido constantes, han sabido convivir con la presión en fases importantes del campeonato, han tenido jugadores atrevidos, valientes, autónomos, han sabido tomar decisiones eficaces en el terreno de juego, han estado comprometidos y han sido más competitivos.

¿Qué es un jugador competitivo? En el fútbol se entiende como jugador competitivo el que lo da todo, el que en cada partido se lo marca como un desafío personal, el que sabe dar buena lectura al partido, el que asume responsabilidades en situaciones difíciles, etc.

Hay mucho en juego y el futuro de la entidad pasa por cumplir los objetivos; de ello posiblemente dependa la futura ciudad deportiva, el incremento de la masa social, la marca Córdoba CF, nombre de la ciudad en todos los lugares del mundo, etc.

En fútbol, jugar sin pensar es como disparar sin apuntar a un objetivo, y el Córdoba frente al Sevilla jugó sin tener muy claro diferentes alternativas y conceptos del partido. Le pudo más la timidez que el orgullo, no mantuvo buena capacidad de concentración (dos goles de estrategia), tuvo nula capacidad de respuesta y nuevamente tuvo miedo a perder.