Estadio: La Rosaleda. Asistencia: 30.000 espectadores. Más de mil cordobesistas en las gradas malacitanas. Terreno de juego: Bien.

MÁLAGA: (1) Kameni, (18) Rosales, (15) Angelari, (3) Weligton, (19) Boka, (30) Sergi Darder, (6) Camacho, (7) Samuel, (10) Ricardo Horta, (29) Samu Castillejo y (11) Juanmi. Cambios: (22) Luis Alberto por Castillejo en el minuto 58’, (2) Amrabat por Juanmi en el 70’ y (14) Recio por Samuel en el 80'.

CÓRDOBA: (13) Saizar, (6) Luso Delgado, (2) Pantic, (3) José Angel Crespo, (35) Fede Vico, (21) Krhin, (20) Zuculini, (5) Patrick Ekeng, (18) Borja García, (24) Bebé y (14) Nabil Ghilas. Cambios: (28) Florin entra por Ekeng en el minuto 45, (7) Rossi por Fede Vico en el 65' y (33) Campabadal por Luso en el 70.

LOS GOLES

1--0 (58') Gran pase en profundidad de Ricardo Horta por encima de los defensores blanquiverdes que deja a Juanmi, en un ajustado fuera de juego, solo ante Saizar. El delantero resuelve con un toque sutil y manso que se cuela lentamente en la portería.

2--0 (84') Amrabat conduce el balón cerca de una esquina del área sin ninguna oposición y lanza un disparo potente y raso junto al poste izquierdo de Saizar.

EL ARBITRO

J. Luis González González (Colegio Castellano -- leonés). Amonestó a los jugadores del Córdoba Florin (82') y Bebé (86'). Ninguna amonestación por parte del Málaga.

LA CRÓNICA

Tirar una moneda y ver qué sale. No le queda nada más al Córdoba, sino dejar su destino en manos del azar, en un golpe de fortuna por segundo año consecutivo que le deje otro año en Primera; tampoco le queda nada más a Djukic, con el timón perdido desde hace varias semanas, ni tampoco parece quedarle nada a un equipo que no da para más, que tuvo unas jornadas álgidas, pero que día tras día demuestra que no es de Primera División. Al Córdoba la categoría le está viniendo grande y por eso se convierte en un auténtico chollo para sus rivales, que con la ley del mínimo esfuerzo le ganan los tres puntos. Ayer el afortunado fue el Málaga, un rival ni grande ni chico, pero un verdadero equipo.

¿Qué me queda por hacer?, pensará Djukic después de su enésima prueba en el once. Busca el serbio agarrarse a algo, pero no encuentra nada. Ayer salió con una inédita banda derecha, con Luso en el lateral (llevaba el zaragozano meses sin jugar y acabó pidiendo el cambio) y Ekeng de interior. El experimento le duró 45 minutos porque el camerunés es el reflejo de cómo se ha construido este Córdoba 2015, pura anarquía, sin pies ni cabeza, ahora por aquí ahora por allá, sin criterio alguno.

La apuesta de los blanquiverdes era obvia: todos a defender y pelotazos para armar contragolpes. La idea puede ser buena, pero los dos delanteros del Córdoba, Bebé y Ghilas, no están ahora mismo para darse carreras. Hace falta mucho físico para jugar así, y ninguno lo tiene. Las piernas les dieron para dos aproximaciones y un buen pase del portugués al argelino, que llegó ante Kameni tan exhausto que fue incapaz de pensar en algo más que estrellar el balón contra el cuerpo del portero. Se esfumó así la única posibilidad que tenía el Córdoba de ganar en La Rosaleda.

En ninguna fase del encuentro uno tenía la sensación de que los blanquiverdes pudieran hacer realmente daño al Málaga. Sus armas son tan débiles que los partidos para sus rivales se acaban convirtiendo en un paseo marítimo, pura tranquilidad y relajación.

En La Rosaleda el Córdoba no parecía ser un equipo que se estuviera jugando la vida por salvar la categoría, pese a que hacía 42 años que no la pisaba.

Los centrales del Málaga caminaban con el balón controlado, andaban y hasta se paraban en el centro del campo sin la oposición de ningún blanquiverde. El único delantero capaz de dar unas cuantas carreras sin balón, Florin, estaba en el banquillo. No existía la presión en el Córdoba, que se limitaba a mirar cómo los blanquiazules combinaban con rapidez y eficacia. No fue ni mucho menos un encuentro brillante del Málaga, pero ante el Córdoba eso no hace falta. Samuel, Castillejo y Horta jugaban como si estuvieran en el colegio.

Luso y Pantic no se enteraban y Vico y Crespo aguantaban el chaparrón como podían. El sevillano es de los pocos que mantiene el tipo. También lo hace Krhin, un jugador llegado hace unos meses y que, sin embargo, demuestra algo de coraje y compromiso, aunque la inoperancia de otros le obliga a llegar adonde no puede. Ayer empezó de pivote, acabó de central y estuvo a punto de marcar un gol, que sacó Weligton bajo palos en el minuto 64. Pudo suponer el empate.

El Córdoba aguanta lo que quiere su rival. Lo hizo en el primer tiempo y cuando parecía que el plan de Djukic marchaba bien, llegó el tanto del Málaga, polémico porque Juanmi estaba en fuera de juego. No hizo nada Saizar por evitarlo, lento y poco práctico en la salida, igual que en el segundo gol, obra de Amrabat cuando quedaban seis minutos de partido. En la portería no estaba el problema del Córdoba, en todo caso, en cómo se planificó la portería en verano y no se solucionó en invierno.

Djukic no pudo maniobrar demasiado porque tuvo que cambiar a sus dos laterales, Vico y Luso, por problemas físicos. Tampoco arriesgó con el 1--0 y dejó a Fede Cartabia y Fidel sin un solo minuto. El argentino es otro espejo de este Córdoba: individualista y más preocupado del vídeo que de dejar al equipo en Primera. El jugador con más calidad ya no cuenta. Ghilas, al que también se agarraban los blanquiverdes, se ha borrado y en nada se parece al jugador de antes de Navidad. Ayer parecía jugar contra un muro, el de Weligton, dos peldaños por encima de él.

Cuesta destacar virtudes de los blanquiverdes. De Zuculini se vio algo de rabia; de Borja, tres toques; y de Rossi, una pifia. Pocos encuentros tendrá el Málaga tan plácidos.

Y poco le queda al Córdoba, solo un calvario en este final de Liga ante la incapacidad que tiene para competir. Intimida tan poco que incluso la afición del Málaga acabó animándole ayer. Solo queda el consuelo para un club que prosigue su cuenta atrás para volver a Segunda.