El doctor José Suárez de Lezo Cruz-Conde (Córdoba, 1946) se jubiló como jefe de Cardiología del hospital Reina Sofía el año pasado, cuando el complejo sanitario cumplía cuarenta años de vida y cuando también este médico celebraba cuatro décadas de entrega al hospital cordobés y en especial a su Unidad de Cardiología. La Unidad de Cardiología y el doctor José Suárez de Lezo han sido merecedores de uno de los premios Cordobeses del Año que mañana jueves entregará Diario CÓRDOBA, en la categoría de Valores Sociales. Este doctor cordobés estaba trabajando en 1977 de médico adjunto en el hospital de la Paz, centro donde había hecho la residencia, y recibió la llamada del entonces jefe de Medicina Interna del Reina Sofía, José Jiménez Perepérez. Jiménez Perepérez le ofreció la posibilidad de elaborar un plan para montar el Servicio de Cardiología del hospital cordobés. Suárez de Lezo aceptó la propuesta y poco después obtuvo su plaza de cardiólogo en Córdoba. En septiembre de 1978, Cardiología del Reina Sofía se convirtió en un servicio independiente que inició una evolución increíble, con el doctor Federico Vallés como jefe y un equipo de cuatro cardiólogos.

-¿Cuáles son los avances principales logrados por la Cardiología del Reina Sofía en los cuarenta años que ha trabajado y después dirigido el servicio?

-La fibrinolisis intracoronaria fue el primer gran avance y el Reina Sofía fue el primer hospital español en crear un programa para la fase aguda y precoz del infarto de miocardio. Hasta aquel momento el infarto era tratado pasivamente y sus complicaciones se resolvían en la unidad coronaria. Pero en 1982 se cambió el modo de trabajar y se empezó a actuar sobre la causa inicial de la obstrucción arterial coronaria. A partir de ahí todo comenzó a cambiar y empezó a bajar drásticamente la mortalidad por infarto de miocardio. Otro avance pionero fue la aplicación de técnicas de angioplastia coronaria (introducción de un catéter para dilatar una arteria ocluida, con el fin de restaurar el flujo sanguíneo) en casos de coartación aórtica (una de las cardiopatías congénitas más comunes en recién nacidos y lactantes). La aorta de estos niños con patología obstructiva es del tamaño de la arteria coronaria del adulto. Por eso, los catéteres de dilatación resultan eficaces para eliminar la obstrucción de esta patología tan grave.

Desde el 2008 los profesionales de Cardiología del Reina Sofía han implantado a cientos de pacientes válvulas aórticas por vía percutánea (mediante un catéter), evitando así una cirugía invasiva y dolorosa. Además, alrededor de 2.000 pacientes son tratados cada año con procedimientos percutáneos en el Reina Sofía, la mayoría con stent (muelles que ayudan a corregir el estrechamiento de las arterias).

-Desde hace muchos años, la Unidad de Cardiología del hospital Reina Sofía es referente nacional e internacional en el tratamiento de numerosas enfermedades cardiacas. ¿Qué retos fundamentales debe marcarse la Unidad de Cardiología del Reina Sofía para seguir estando a la vanguardia?

-Un avance muy importante es el tratamiento percutáneo de todas las válvulas cardiacas, que de momento se ha conseguido solo en la válvula aórtica. Existen algunos pasos dados en las válvulas mitral, pulmonar y tricúspide, pero los dos grandes retos son la mitral y la tricúspide y sobre ambas válvulas existe la posibilidad de efectuar reparaciones con clips (un dispositivo en forma de pinza que se introduce por la vena femoral), tanto en la mitral, donde se ha avanzado bastante, como en la tricúspide, con el objetivo de no tener que abrir el tórax.

-¿A lo largo de la historia del Reina Sofía han cambiado el tipo de enfermedades cardiacas que atiende el hospital por cambios en la alimentación, estrés, sedentarismo o mayor esperanza de vida?

-Sí. Ha habido cambios. Las cardiopatías reumáticas, que eran muy prevalentes, causaban sobre todo la valvulopatía mitral y aórtica. Sin embargo, con la prevención de las amigdalitis de repetición en la infancia en nuestra región y país se redujo de forma considerable esta enfermedad, pero seguía quedando en otras naciones. Como contrapartida ha ido aumentando de forma progresiva la patología coronaria y es la pandemia de nuestro tiempo. En la consulta los pacientes me preguntan: «A mí doctor, ¿por qué me ha pasado eso?». Y les respondo que es frecuentísimo y forma parte de los hábitos de vida, de la alimentación, del tabaco, del sedentarismo o la diabetes.

-¿Cree que uno de los pilares del buen hacer de la Unidad de Cardiología se basa en la excelente formación de sus profesionales?

-Desde los comienzos del Reina Sofía, en los años 70, el saber médico, que por entonces caminaba plano, empezó a evolucionar de una forma creciente. Hemos vivido una época muy especial. Los especialistas en una determinada materia no podemos estudiar los avances médicos solo en los libros, sino que estamos obligados a aprender rápidamente. Cuando empezamos en la Unidad de Cardiología teníamos dos opciones, quedarnos en lo establecido y esperar a que los demás aprendieran para que nos lo enseñaran o la alternativa que muchos elegimos, que fue aprender de nuestra propia experiencia. Se produjo ese crecimiento del saber y Córdoba se convirtió en foco de estudio, porque las investigaciones que hemos venido haciendo han beneficiado a pacientes de Córdoba y de fuera. Cuando íbamos obteniendo avances los publicábamos y luego éstos podían beneficiar a pacientes de Córdoba, pero también de otras regiones o países de todo el mundo. Logramos avances importantes y fue fruto de la decisión de aprender por nosotros mismos.

-¿Siente el cariño de sus pacientes cuando los atiende?

-Los sanitarios lo único que podemos garantizar es el cariño y la entrega profesional, independientemente de lo que ocurra en nuestra vida. Cuando uno está trabajando tiene que despejar la mente para no dejarse afectar por lo que pasa en el día a día y debe centrase en el acto médico. Es algo muy bonito. Siempre he sentido la necesidad de dar cariño, profesionalidad y ánimo al enfermo y a su familia. Esa es la práctica que un buen sanitario no puede dejar de hacer. Porque saber mucho es importante, pero no tanto como esto. Además, el conocimiento es una cosa evolutiva que va cambiando con el paso del tiempo, mientras que el aporte anímico que des es lo que el sanitario puede garantizar, independientemente de que gane o pierda tu equipo de fútbol u otros intereses personales.

En la actualidad, José Suárez de Lezo sigue trabajando a diario en el hospital Cruz Roja de Córdoba. Este cardiólogo cordobés fue el primero de su familia en estudiar Medicina. Su hijo Javier Suárez de Lezo ha cogido su testigo y trabaja desde hace años en la Unidad de Cardiología del Reina Sofía.

-¿Cómo valora el Cordobés del Año?

-Me agrada mucho porque es un premio colectivo a un grupo humano (integrado por médicos, enfermeras, auxiliares, técnicos y celadores), equipo absolutamente dedicado al trabajo y con fines comunes y no personales. Eso tiene mucho valor y es lo que creo que la sociedad cordobesa ha valorado, porque premia a una colectividad desinteresada de sanitarios que lucha por la salud de Córdoba y de los cordobeses, que son los primeros beneficiarios de que exista este gran servicio. Me siento muy orgulloso de haber sido un miembro más de este equipo. El mejor premio que puede recibir un médico es la satisfacción del deber cumplido y ver que una persona que tenía mal pronóstico se ha curado. Eso vale oro y es muy íntimo. Por eso, me gustaría subrayar que lo bonito del servicio de Cardiología es que no ha habido ningún tipo de protagonismo. Por una razón, porque era una labor realizada con mucho sentimiento. Los motivos por los que ha habido siempre esta entrega en Cardiología son personales, de ahí su grandeza. La colectividad formada en este servicio no se podía soñar.