La unión entre los residentes es muy fuerte, según explica el presidente de la asociación vecinal Olivos Borrachos, Rafael Castilla. Esa unidad «es algo que ha existido y existirá de por vida» porque se conocen de hace muchos años y «sabemos los problemas de cada uno». Problemas como la falta de empleo que ha provocado que en una sola vivienda residan varias generaciones de una misma familia porque los hijos no logran la independencia económica suficiente como para tener un hogar propio en el que criar a su descendencia. Y se dan varios casos en este barrio.

Gran parte de las 3.000 personas que residen en esta zona de Córdoba «llevan aquí toda la vida». Como Salvador, señala Castilla, que a sus 94 sigue viviendo en el mismo barrio y en la misma casa que lo vio nacer. Un hombre que hace unos meses sufrió un atraco en su domicilio y que fue rescatado por sus vecinos «en cinco minutos». Fueron ellos quienes le atendieron en aquellos primeros momentos tras la agresión y los que, incluso, lograron alcanzar al asaltante.

La colaboración entre vecinos es habitual, subraya el presidente, «y las puertas están abiertas por si alguien necesita algo». Esta norma se cumple especialmente con los ancianos, que representan un porcentaje importante de la población de los Olivos Borrachos, porque «si hay una persona que se va a quedar sola en la casa, alguna persona mayor, pues siempre estamos conectados».

De hecho, destaca Castilla, «tenemos un grupo de Whatsapp donde siempre nos informamos de cualquier incidencia del barrio», lo que permite que «la comunicación sea muy fluida».

Y eso es posible gracias a que el barrio es «muy pequeñito», lo que también es una ventaja para tomar decisiones en el seno de la asociación y llegar a acuerdos. Algo que en otros barrios más populosos resultaría muy difícil de llevar a cabo con tanta soltura.