La madre superiora del convento de Santa Isabel de los Ángeles, la madre Rosario, a su vez madre presidenta federal trasladada a Córdoba desde Badajoz, se mostraba ayer contrariada por el revuelo suscitado en torno al cierre del monasterio. «Soy una mandada, la congregación tiene la última palabra, haremos lo que nos diga Roma», insistía al preguntarle por su futuro próximo sin querer afirmar o desmentir nada. «No se sabe, no se sabe cuánto estaremos aquí, cuando la Iglesia manda una cosa hay que aceptarla», declaró, «hay falta de vocaciones, necesitamos más hermanas y no hay», sentenció, «así que rezamos cada día para que haya nuevas vocaciones».

Según su relato, la orden ha decidido trasladar a la mayoría de las hermanas más mayores a distintos conventos. «Yo solo llevo un par de meses aquí, pero algunas llevaban mucho tiempo y claro, cuando se trasladan al principio lo pasan mal, como los abuelitos que van a un sitio nuevo, es normal, no conocen», comentó. Oculta tras el torno que separa a estas monjas del mundo exterior, aseguró que las seis religiosas que quedan en el convento están «tranquilas y felices» y que, pese al retiro al que les obliga el régimen de clausura, sienten el calor del barrio de Santa Marina. «Nos quieren mucho y vienen a rezar cada semana a San Pancracio».

Sobre el futuro de la iglesia contigua al convento, la que recibe los miércoles la visita de los devotos, no quiso avanzar detalles. «Esta semana próxima seguirá abierta, la siguiente es posible que también, pero aún no se sabe», explicó, «son decisiones difíciles que hay que tomar, pero tenemos que ser hijas de la Iglesia y acatar las decisiones, la fe lo suaviza todo», señaló, «somos monjas de clausura y no tenemos que estar en los periódicos».