De las 624 solicitudes de intérprete que se recibieron el año pasado en los juzgados, 285 lo fueron de rumano, idioma que supone el 45,6% del total de traducciones que se efectuaron en ese periodo. Este porcentaje fue similar en el 2011 y 2012, según datos de la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía.

El segundo idioma más solicitado en el 2012 fue el árabe (105), seguido del chino (69), el inglés (55) y el francés (15). En el listado aparecen lenguas como el urdu (que se habla en Pakistán) y el volofo, hablado por la etnia del mismo nombre en Senegal. Intérpretes de la lengua de signos fueron requeridos en veinte ocasiones.

La labor de traductor judicial está regulada por la Ley Orgánica del Poder Judicial y por varias directivas de la Unión Europea. Para ejercer este cometido se necesita la licenciatura o grado en Traducción e Interpretación o en Filología, o bien contar con la consideración de traductor jurado que concede el Ministerio de Asuntos Exteriores.

El órgano que más utilizó el servicio de traducción fue el juzgado de Instrucción número tres de Córdoba (69 ocasiones), seguido el juzgado de Primera Instancia e Instrucción número uno de Puente Genil (54) y el juzgado de Violencia sobre la Mujer (33). Dentro de las secciones de la Audiencia Provincial, la tercera fue la que más necesitó de intérpretes y lo hizo en 12 ocasiones.

DISPONIBILIDAD Cuando no esté disponible este profesional, ya sea porque no pueda acudir al juzgado con la celeridad requerida o porque no exista un traductor de ese idioma, la Ley de Enjuiciamiento Criminal permite designar a un intérprete que, "careciendo de título oficial, tenga los conocimientos necesarios para desempeñar esa función", según señala la Consejería de Justicia.

La delegada del Gobierno de la Junta, Isabel Ambrosio, afirma que con este servicio la Administración andaluza facilita la defensa, la asistencia letrada y, en general, el ejercicio de todos sus derechos a extranjeros o españoles que no conocen bien nuestro idioma, lo que en muchas ocasiones es especialmente importante en la medida en que afecta a ciudadanos que se encuentran fuera de su ambiente familiar y de su cultura.

Ambrosio valora la labor de los intérpretes judiciales, la mayoría jóvenes, que hacen un trabajo delicado en cualquier día del año y en cualquier momento en que son requeridos y les anima a profundizar en su formación lingüística para que las traducciones e interpretaciones se realicen con el máximo rigor, especialmente en aquellas lenguas más alejadas de nuestro entorno cultural o de transmisión exclusivamente oral.