Todavía quedan algunos románticos que pasean por las calles de Córdoba mapa en mano, tratando de encontrar los monumentos más significativos de la ciudad califal. La gran mayoría de ellos pasean por las calles de la Judería que desembocan en el Alcázar de los Reyes Cristianos y la Mezquita-Catedral, los dos grandes monumentos cordobeses (junto con la recién nombrada Patrimonio Mundial por la Unesco, Medina Azahara).

Son los lugares que más viajeros colecciona, por ser los que más postales imprimen y los que conforman la viva imagen de Córdoba de cara al exterior. Solo 15 minutos a pie separan el quehacer diario del cordobés con la atmósfera sosegada que genera el turista, cuya única preocupación se concreta en disfrutar lo que Córdoba le ofrece. En el ambiente de la calle se oye hablar inglés, italiano, turco, mandarín, francés… y quizá todavía no ha probado el salmorejo cordobés. El turismo en Córdoba no descansa, más aún cuando se trata de época estival.

Córdoba no defrauda

Una pareja de mayores de procedencia inglesa pasea por una de las calles estrechas que unen la Puerta de Sevilla con el Alcázar. Tratan de descifrar el plano que tienen delante, a pesar de que este es el segundo año consecutivo que viajan hasta Córdoba. «Hemos estado en Los Boliches, en Málaga, y desde allí cogimos el tren y nos vinimos, como ya hicimos el año pasado. Después de aquella experiencia supimos que teníamos que repetir una y otra vez», insiste él.

Cuando revive lo que pasó la primera vez que pisó la ciudad cordobesa, el calor inunda su recuerdo: «El año pasado se registró el día más caluroso, ¿te acuerdas de aquello? (le dice a su mujer) Nosotros estuvimos aquí ese día, y lo único que pudimos hacer fue tratar de no desfallecer». Ni siquiera eso les paró los pies para volver.

Por la calle paralela, una pareja de amigas italianas, también de las que evitan buscar su destino en el Google Maps, cuentan que «recomendarían la visita a la ciudad sin pensárselo dos veces».

En el Patio de los Naranjos, una mujer jiennense se declara «fan de los rincones de Córdoba que aún no conocía, no solo de los grandes monumentos que todo el mundo visita». Todos ellos vienen a Córdoba atraídos por lo que han leído o le han contado, y muy pocos (porque algunos habrá) son los que no salen satisfechos con lo que han visto y vivido.

Medina Azahara, lejana

«No podemos ir a Medina Azahara porque eso sería invertir toda la mañana. Se tarda mucho en ir y, si quieres visitarla en condiciones, tienes que pasar bastante tiempo allí», insiste un cordobés que acompaña a algunos familiares extranjeros.

También el tiempo, entre la mayoría de los turistas, es un factor negativo a la hora de elegir el objetivo turístico. La mayoría de los viajantes aprovechan la excursión para hacer una gira por España o por el sur del país, con lo que la visita se reduce a uno o dos días.

Pero no solo eso, algunos de ellos ni siquiera conocen el lugar, o no les suena el nombre. Solo Alfredo, de todos ellos, se muestra decidido a comprobar por qué Medina Azahara no es cualquier lugar.