La comunidad universitaria, académica y política rindió ayer homenaje al fallecido psiquiatra Carlos Castilla del Pino, al que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, definió en un telegrama leído durante el acto civil celebrado en el Rectorado de la Universidad de Córdoba, como un hombre "patrimonio de España que liberó y sanó la conciencia humana". Zapatero destacó además la figura del psiquiatra como un "ejemplo de compromiso y justicia".

Por su parte, José Antonio Griñán, que acudió al acto en calidad de amigo, también tuvo unas palabras de despedida en las que resaltó el hecho de que "Carlos dio alma a muchos seres humanos recluidos en manicomios a los que él recuperó como ciudadanos".

Unas 400 personas acudieron al homenaje de Castilla del Pino, en la que el periodista Juan Ángel Vela del Campo actuó como maestro de ceremonias, disculpando a un ausente Emilio Lledó que dejó constancia en voz de Vela del Campo de que, entre los muchos dones del escritor y académico, "contaba con lo que el filósofo consideraba lo más necesario de la vida, el difícil don de la verdadera amistad".

El rector de la Universidad, José Manuel Roldán Nogueras, abrió el turno de palabra para referirse al talante abierto y crítico del profesor Castilla del Pino, un hombre de ciencia que combinó todas las vocaciones y al que esta institución "no tuvo siempre la sensibilidad suficiente para reconocer su talento y valía", por lo que la Universidad quiso "acogerle en el día de su despedida".

Frente al atril, se alternaron hombres y mujeres, casi siempre de generaciones más jóvenes que el psiquiatra, un adelantado a su tiempo en multitud de facetas, que lo describieron en pequeños retazos llenos de emoción. Entre todos describieron a un Castilla del Pino que en la intimidad debía mostrarse mucho más benevolente y cariñoso de lo que su imagen hacía sospechar. Así, Carmen Calvo, a la que él llamaba Carmencita, resumió en pocas palabras el gran hallazgo del psiquiatra: "El amor fue su gran batalla, su descubrimiento. Finalmente supo que no hay otra cosa en la vida que el amor". El nombre de Celia, la segunda mujer de Castilla del Pino, elegante y discreta, se repitió en boca de todos los encargados de la semblanza del psiquiatra como apoyo indiscutible del médico y heredera universal del cariño depositado por los amigos de su marido.

En el homenaje, no quedó constancia física ni recuerdo público entre los presentes de la ex mujer de Castilla del Pino, Encarna, ni de los dos únicos hijos que aún viven fruto de aquel matrimonio. Anna Caballé, profesora de la Universidad de Barcelona y amiga de Castilla del Pino, intervino también en el acto sirviéndose de la metáfora para definir al psiquiatra como un río "firme y fecundo, sólido en sus principios y de pensamiento fértil".

Amparo Rubiales, sin discurso preparado, como casi todas las mujeres que hablaron del profesor, se refirió al sabio como "uno de los hombres de mi vida" y como activista de "la liberación femenina" por sus textos sobre la alienación de la mujer. Josefina Molina, visiblemente afectada, habló de él como "el guardián de los hechos, de la memoria y de la ciudad de Córdoba".

El presidente de la Real Academia de la Lengua, Víctor García de la Concha ("la palabra de Carlos será como un espejo en el que mirar y reconocernos los amigos"); su discípulo, el psiquiatra José María Valls ("nunca mostró pena por irse, ni se aprovechó de la enfermedad para pedir más afecto") y el alcalde de Córdoba, Andrés Ocaña, que trasmitió el pésame a la familia en nombre de toda Córdoba ("fue siempre un modelo de compromiso social como médico y como persona") completaron el homenaje. Antes de marchar, música de Shubert.