El centro de Educación Permanente de La Fuensanta prepara, dentro del programa europeo Erasmus Plus, un curso de alfabetización digital

174 alumnos, de los 1.500 que tienen los Centros de Educación Permanente (CEPE) de La Fuensanta y el Alto Guadalquivir, celebraron ayer en Los Villares su fiesta de encuentro con la naturaleza de principio de curso, convertida ya en una pequeña tradición (como la fiesta sobre la literatura, el 23 de abril) y que reúne a alumnos jóvenes y menos jóvenes de la capital, Alcolea, Adamuz, Villafranca, Pedro Abad, El Carpio, Montoro, Villa del Río, Cañete de las Torres y Bujalance, recordaba ayer la directora, Natividad Saiz. Sin embargo, la fiesta, que coordinó el profesor Javier Habas junto a los responsables del bar-restaurante, tiene un significado que va más allá de la mera jornada de convivencia. Es toda una declaración de principios de que en estos centros, además de antender la avalancha de demandantes de cursos de informática, inglés y Educación Secundaria que se disparó al inicio de la crisis, también se enseña a vivir.

Un ejemplo es que el pasado año el CEPE lideró dentro del programa europeo Grundtvig (junto a otros centros de Noruega, Suecia, Portugal, Rumanía, Turquía y Alemania) un ciclo sobre hábitos saludables que permitió enseñar y hablar, por ejemplo, de cómo se desayuna en otros países, los riesgos del azúcar y la automedicación, hacer talleres de risoterapia, antiestrés o de autoestima o realizar actividades senderistas y de consumo de productos ecológicos.

Este año, el CEPE de La Fuensanta participará en otro programa Erasmus Plus, también con centros de otros siete países, centrado en enseñar habilidades a alumnos que se hayan quedado descolgados del mundo digital.

En todo caso, ayer, y siguiendo esta filosofía de aprender a vivir mejor, los participantes en la fiesta recorrieron los senderos temáticos del parque periurbano de Los Villares (como el de la Umbría y el de la Tranquilidad), para tener luego unos momentos de juegos y baile con el grupo Animaocio. Sin olvidar, por supuesto, la comida campera de convivencia, todo ello aprovechando la reciente reapertura del bar-restaurante de la zona de peroles.