Viene un tiempo, ya lo aviso, de costuras. A ver si no tras el inicio del concurso de TVE1, con más de dos millones de espectadores. O sea, un 17% de cuota de pantalla. Después de los cocineros, llega un tiempo de tijeras. Por eso el título. Que además de coser y cantar, está lo de coser y contar, que hay que hacer las dos cosas al mismo tiempo. Y además, hacerlas con mucha Córdoba dentro.

Por ejemplo, para empezar, todas las semanas y para toda España nuestro Palomo Spain aconseja a Pedro Escobar: «No te vayas nunca de tu pueblo». Y es que el cordobés es jurado del concurso de TV, cosa que es bien natural porque en Córdoba están los mejores. Para empezar, Elio Berhanyer, que vuelve a ser titular en los diarios de España. Su recuerdo, su silencio... ¡Qué buen maestro! ¿Por qué no un premio que lleve su nombre?

Y además, Juana Martín, nuestra modista gitana, ya sean con lunares o sedas. Donde llega manda. Siempre.

Se nos murió Josefina Samper, la esposa de Marcelino Camacho, que tenía el corazón (y también la cabeza) como Dios manda: ésto es, a la izquierda. Siempre haciendo punto y los jerseys de cuello alto y vuelto que llevaba su marido. Fue su uniforme de lucha. Ya no queda gente como ellos dos. Coser y contar, ya digo.

Y más Córdoba en las pasarelas: Vicky Martín Berrocal, la ex de Manuel Díaz, que me dijo un día en el AVE: «Pasar modelos en Córdoba necesita un toque especial. Es un paseíllo, y más ahora que se lleva la chaquetilla torera, sobre todo de cara a las ferias del Sur». También está Rocío Cruet, que aunque sea sevillana nos parece cordobesa, teniendo en cuenta que su padre, Carlos Herrera, se siente tan cordobés. ¡Qué bien lleva esa niña de raza lo que se ponga!

Aviso: se va a llevar, también esta primavera, la moda Julio Romero de Torres, que no es llevar un galgo al lado paseando por Tendillas, no es eso, sino los trajes de sus modelos, que la que se ponga ese corte sabe que no es solo colgárselo, sino además pasearlo mientras suena, por ejemplo, un pasodoble...

Conocí personalmente un día a la viuda del Aga Khan, la que fue esposa de aquel al que pesaban en diamantes los de su secta religiosa. Él fue un día al Ritz de París, la vio tomando el te y la mujer ya no salió de allí. El gurú de los ismaelitas se la quedó para siempre. El Jefe sabía lo que hacía. Se quedó con el tesoro.

Y ya muy pronto... Las transparencias. Que se vislumbren, aunque no se vean del todo, ese es el secreto, las últimas inocencias. Y respecto a los chalecos de toreros, Julián Benítez ‘El Cordobés’ se mueve bien en la pasarela, aunque debía más hacer el paseíllo. Garbo tiene de sobra para las dos cosas.

Un punto de melancolía. Un consejo de viejo pellejo: una cosa es la memoria histórica y otra cosa es la memoria histérica. A veces lo mejor es no acordarse de nada. Ni de nada ni de nadie. Pero hay muchas flores en las cunetas, amapolas, que nacen sobre el hueco de la sangre….

Mi abuela de los montes orientales, más del Sur imposible, cuando era el niño del tirante me dijo: «Nieto mío, Escolástico , cuando vayáis por ahí lejos, no piséis las cunetas, que si es que crecen las amapolas, es que hay historias debajo... muchas criaturas sin nombre...»

Mi abuela Concha era una filósofa. También la recuerdo, ya que estamos en Cuaresma, después del Miércoles de Ceniza, con tanto cenizo suelto, sentada zurciendo, que ya no se cose por cierto, a la puerta de mi vieja casa piñera, al pie del castillo nazarí donde pacían nuestras cabras...

-Abuela, ¿por qué siempre estás cosiendo lo mismo?

-Coso mi uniforme de siempre, mi delantal color negro, porque siempre hay que llevar luto por alguien.

Y a veces también, además de por alguien, hay que llevar luto por algo. Del olivo de mi jardín, este año el portero aún no se ha podido llevar aceitunas. Desde aquí las veo negras, como el mundo en el que estamos. Que no se entere Trump, el viejo loco de USA, que no son aceitunas de aliño, que me manda un dron y me las quita.

Ayer en el AVE venía una escuadra de orientales. Volvían de hacer un reportaje. Parecían corresponsales de guerra. Claro: regresaban de una matanza. Pero de paz, en Villanueva de Córdoba. Les deseé no toda la muerte del mundo, sino toda la suerte del mundo, que aunque suena igual no es lo mismo. Y vuelvo a leer de nuevo, el Juan Belmonte de Chaves Nogales, aquel torero que más que quitarse la vida se dio la muerte, aquel del que escribió nuestro poeta Manuel Benítez Carrasco, tan de Córdoba aunque fuera granadino: «¡Qué pistola tan pequeña para un torero tan grande!»