Debo decir que es una prenda que me pone. Me explico. Me sirve, me ayuda, es un aire acondicionado que me da fuerza, me refresca desde luego y sobre todo, me ofrece el tratamiento directo de que es algo natural, inmediato, que yo además manejo a mi antojo, gasta poco, si acaso algo de muñeca, pero es mía, y es sano, y me aseguran que abre el apetito.

Mi yerna, Carmen Valiño, que además es cordobesa y una de las personas que más saben de la comunicación y el protocolo en esta España nuestra, y por si fuera poco se casó ahí en el Alcázar con mi hijo mayor en una noche inolvidable, me ha regalado un abanico para caballero, que estoy usando con frecuencia

El abanico es de Hola!, edición especial, con incluso funda para bolsillo, de guayabera, de chaqueta de gala, de chaleco, de cinta de sombrero, incluso plano, o sea, gloria bendita.

Y además se lleva, te da personalidad. Y por si fuera poco te acompaña, te ayuda y no gasta nada, absolutamente nada, quizá atendiendo a lo que dice el dicho.:

«Todo lo bueno, lo mejor del mundo, es gratis».

Así que por eso me lo llevé el pasado jueves, día 27 de julio, hasta la fiesta grande de la Moncloa, palacio de Gobierno, donde me hicieron entrega in-me-re-ci-da como siempre digo de la Medalla de Oro al Trabajo. Aquí me tienen, mis leales, que deseo compartir con todos ustedes mis lectores, desde hace ya no sé cuántos años, porque mucha parte de esta medalla se la debo a ustedes, que me leen, me aguantan, me soportan, todos los domingos de no sé cuántos almanaques.

Y es que es lo que yo digo. Verán. Córdoba, me sigue. Me persigue. Y al final, me consigue.

Claro que es porque yo me dejo. A ver si no. El jueves de la medalla, hablo con Vasile, el jefe de Telecinco, y le cuento que yo le puse el sombrero cordobés a Vitorio de Sica el día que llegó a Madrid para rodar Pan, amor y Andalucía con Carmen Sevilla

Pero hubo más Córdoba este jueves. Por ejemplo, cuando el presidente de la patronal va y me dice:

-A ver si sabes desde cuándo nos conocemos tú y yo.

-Pues no sé desde cuándo, señor Rosell.

-Pues desde aquel día que estuvimos juntos con Victoriano Valencia. ¿Te acuerdas?

-Además fue un torero estupendo y padre de una espléndida criatura, como es su hija Paloma Cuevas, de la que yo tanto hablo.

Córdoba en vena, siempre. Por ejemplo, estoy al lado de mi compañero de Medalla de Oro Miguel Cuenca Valdivia, de Lucena, que me trae a la memoria aquel día inolvidable en el que servidor dio el pregón de Nuestra Señora la Virgen de Araceli, patrona del campo andaluz, y al que además aprovecho para decirle…

--Y que sepa usted, mi querido amigo, que el Quijote lo escribió Miguel de Cervantes, como siempre he dicho y pregonado, a la luz de un velón de Lucena, que a mí me regaló uno su tierra que conservo en mi cuarto de trabajo, por ver si algún día se me pega algo de aquel resplandor…

Hombre, claro. Me hice aire con mi abanico de bolsillo, que según con quien hablo huele; es el aroma de la nostalgia. Por ejemplo, hablando con Cuenca Valdivia, pues al divino aceite, a la madera buena, y a la tarde aquella inolvidable de mi paso por Lucena, a la que me gustaría volver en cuando pasen estos calores…

Y todo lo demás, de esta Córdoba nuestra que vaya donde vaya me acompaña y que me argumento siempre para contar cosas nuestras. Y como ha publicado medio mundo, recordando lo que dije en este momento incierto, en mi minuto de agradecimiento, al presidente Rajoy, cuando le dije:

-Ayer toreó usted, presidente, yo que soy compadre de dos toreros, Curro Romero, y el quinto califa Manuel Benítez El Cordobés. Le puedo decir con conocimiento de causa que a veces toreó usted como mi compadre Curro y a veces haciendo el salto de la rana como El Cordobés emérito…

La gente aplaudió como quien respira un poco. Mejorando el aire acondicionado. Había muchos abanicos de señora y de caballero tan solo el mío. Y cuando llegó la copa que es lo que hay al final de todo, y muy bien servida por cierto, pregunté al que traía el jamón en plato de plata, claro, que después de probarlo.

- ¿De Los Pedroches?

-Exacto, señor Medina.

Y termino, lectoras y lectores. Para este domingo tenía como epilogo de una fiesta grande, y tan nuestra, los colores de la bandera de España… ese rojo sangre de España, ese dorado, tan cercano a la Medalla de Oro del Trabajo.