La plantilla de «los 91 puntos» echó ayer una palada más de arena a la tumba de las ilusiones cordobesistas con una derrota por la mínima en Palamós ante un Llagostera que, paralelamente, alimenta sus opciones de salvación aunque permanezca aún en puestos de descenso a Segunda B. «Uno de los tres mejores planteles de Segunda en esta temporada» fue incapaz de disparar entre los tres palos (salvo en una ocasión) durante toda la segunda parte. «El aspirante al ascenso directo, sí o sí», volvió a pagar cara su defensa corta (en todo) con un tanto que significó su décimo octavo error de gol de la temporada del mejor de sus componentes, mientras que el resto del equipo fue incapaz -al contrario que en alguna ocasión anterior- de revertir la situación. En el pasado era capaz en el fondo, esto es, anotar como fuera, pero no en la forma, en la que se veían, desde siempre, notables carencias. En Palamós fracasó en ambas ante un equipo como se preveía: justito, sin alharacas y que pasa por ser, este Llagostera, el algodón de la prueba para los supuestos aspirantes a lo que quiera autodenominarse cada cual.

Porque luego hay que pasar por Palamós, campo en el que más de uno ha salido colorado. Allí hay que demostrarlo como sí hicieron varios de los auténticos aspirantes al ascenso directo.

Con todas esas etiquetas autoimpuestas (memoria: no por los profesionales, que se vieron empujados a asumirlas) se plantó el Córdoba ante el Llagostera con el ánimo de volver a puestos de eliminatorias de ascenso, favorecido teóricamente por un calendario más suave que el de otros candidatos y con esa pequeña esperanza que daba el triunfo ante el Girona. Aunque con las limitaciones de siempre, a las que se añaden el desgaste propio de la competición: además de lo mencionado sobre la línea defensiva, una pareja en la medular con la que nunca se ha acertado a pesar de una descompensación llamativa: seis mediocentros en la convocatoria. Ese desgaste muestra, por ejemplo, que en las bandas no hay alternativas de peso. Si Pedro Ríos se resfría... Ayer volvió a comprobarse. Pero si Fidel (ayer poco atinado) se congestiona, el problema es, si cabe, aún mayor.

Pues a cuestas con su «candidatura» y con toda la intachable disposición que han puesto los profesionales a lo largo de la temporada se presentó el Córdoba en Palamós dispuesto, al menos, a que la esperanza no muriera. Y el primer cuarto de hora, sin ser brillante -tampoco podía serlo por el rival- fue correcto. Los blanquiverdes se imponían a los locales, a los que empujaban dentro de su área y acumularon media docena de llegadas con dos ocasiones claras, a cargo de Fidel y de Xisco. Hay que insistir como en las últimas jornadas: donde antes se necesitaban dos disparos para hacer al menos un gol, este Córdoba ahora necesita bastante más. Y el equipo no se puede permitir ese lujo por el sistema defensivo y la propia línea de zaga. En el primer balón largo a las espaldas, Imaz se plantó solo ante Razak, al que regateó sin ningún problema para anotar a placer. Tocaba remar a contracorriente. Y este Córdoba, incluso en los mejores momentos, no demostró lucidez con el marcador en contra. Hasta la media hora de encuentro, el equipo de Oltra estuvo afectado por esa circunstancia. De hecho, mientras que en el primer cuarto de hora los locales apenas lograban achicar balones sin mucho criterio, en el segundo conseguían tocar mínimamente. Las llegadas blanquiverdes fueron menguando paulatinamente y todo parecía que, a pesar de quedar un mundo, el Córdoba tiraba la toalla. Sin embargo, los últimos minutos de ese primer acto dieron esperanza para el futuro. No se parecía el cordobesista al equipo del primer cuarto de hora, pero se le adivinaba intención de, al menos, pelearlo hasta el final. Pero, ya en la salida de vestuarios, se pudo comprobar que ni mucho menos sería así.

Una llegada de Imaz dio el susto y el Córdoba estaba, simplemente, bloqueado. Y como todo equipo en esa circunstancia, se empeñó en meterse por dentro contínuamente. Sin éxito, desde luego. Sobre todo cuando Alsina metió a Tito por Juanjo y montó un trivote que significó el final real para los blanquiverdes. Oltra dio paso a Pineda por un inoperante Nando y, poco después, a Markovic por Eddy. Pero hoy en día, cuando no tienes camino por dentro es obligatorio hacer superioridades en banda. Y el Córdoba nunca ha dispuesto de ese recurso en toda la temporada. También porque no tiene jugadores para ello. Así, las aventuras individuales por la banda de otros tiempos con cierto éxito hoy son mínimas y siempre fracasan. Mientras que por dentro, como ayer, como en tantas otras ocasiones, el camino estaba cerrado.

Ante estas incapacidades se podría pensar que el balón parado es recurso obligado, sobre todo si se recuerda aquella humareda de «una de las tres plantillas de más calidad». Pero el equipo de Oltra botó ayer una docena de saques de esquina y, a pesar de que tocó la mayoría, sólo en uno logró crear cierto peligro. Todo lo anterior tiene especial significación cuando se mira al rival: un equipo que disparó en tan sólo una ocasión a puerta y se llevó el triunfo, un Llagostera que no puede presumir de juego de ataque porque no tiene presupesto para ello, pero que defensivamente ha formado un grupo que se adapta perfectamente a su estrecho campo. Ese rival que está en descenso y que apenas pudo mirar a Razak fue el que se llevó los tres puntos del Municipal de Palamós ante todo un «candidato al ascenso, sí o sí». Un plantel que es el tercero más goleado, el quinto que más derrotas ha cosechado y el tercer peor equipo de Segunda en la segunda vuelta. El disparo frenético de Fidel, único en el segundo acto y atajado por René cuando el partido moría, demuestra la desesperación de unos jugadores que dan lo que pueden. Queda sólo la fe de algunos y el ruido que se adivina una vez disipado el humo.