De repente, apareció cierto cosquilleo cuando volvió a sonar el himno a capella. Se nota que es pretemporada porque cada sector iba por su cuenta, pero el embrujo de El Arcángel no se pierde. Tampoco ha perdido el Córdoba sus señas de identidad, las que hace unos meses casi le llevan a Primera División, es decir, solidez atrás y ganas de jugar al fútbol. Algunos de sus pilares se mantienen; otros, han cambiado.

Fede Vico cada vez es más realidad. Se ha metido la portería entre ceja y ceja y su empeño es encomiable. Unas veces le sale, otras no, pero no deja de intentarlo. Es una cuestión de confianza y el canterano empieza a sentirse importante. La marcha del equipo de Borja le obligará a subir un escalón en su progresión. Cada partido es un desafío a sí mismo. El reto que se le presenta es apasionante.

Fede hizo buenas migas con Pedro y Abel, sobre todo en la segunda parte, pues la primera resultó soporífera, sin detalles que reseñar. Abel se mueve entre líneas con sosiego, sin hacer mucho ruido, pero con el don de la ubicuidad y, sobre todo, con un derroche de templanza. Pedro aparece menos pero siempre se hace notar. Empeñado en no pararse en la banda, al igual que Vico o López Silva, debutó ante su hinchada como le pidió su entrenador, haciendo gol.

El Córdoba se sostiene en sus medios; no solo en el equilibrio de López Garai, vital, sino en la aportación ofensiva de las bandas y en un López Silva sobrado de gasolina. El de ayer ante el Sevilla se pudo parecer bastante al once que Berges alineará en el primer partido de Liga, ante el Murcia. Con la salvedad de Alberto Aguilar, que jugó en el centro de la zaga en lugar de Gaspar, al que prefirieron reservar. El técnico optó por recolocar al de Benamejí en vez de situar como pareja de Tena al central natural, Astrain, un claro mensaje de que el equipo está falto de efectivos ahí.

Pero este Córdoba defiende más allá de la retaguardia. Comienza arriba con una presión que aún no es asfixiante porque no dan