Obituario

'Él vendrá con nosotros': la emotiva carta de despedida del hijo del hombre fallecido tras ser atropellado por un taxi

Miguel Santos Arévalo, de 59 años, falleció este sábado, casi dos semanas después de ser arrollado por el vehículo en la avenida del Alcázar de Córdoba

Miguel Santos Arévalo, de 59 años, falleció tras ser atropellado por un taxi en la avenida del Alcázar de Córdoba.

Miguel Santos Arévalo, de 59 años, falleció tras ser atropellado por un taxi en la avenida del Alcázar de Córdoba. / CÓRDOBA

Diario CÓRDOBA

Diario CÓRDOBA

Hace dos semanas que la vida nos dio la vuelta sin preguntarnos. Aún estamos lejos de vislumbrar la envergadura del golpe. El lunes 22 de abril mi padre, Miguel Santos Arévalo, fue atropellado mientras cruzaba un paso de peatones. Había salido a caminar, como hacía tantos otros días, por su ciudad, Córdoba. Las lesiones cerebrales que le provocó el golpe acabaron con su vida hace dos días, la tarde del sábado 4 de mayo. 

Durante estos catorce días hemos maldecido, llorado y repetido una y otra vez la misma pregunta: ¿por qué? Seguiremos haciéndolo. También le hemos acompañado, cuidado y dado amor, como estamos acostumbrados a hacer. Es una actitud ante la vida que practicamos cotidianamente, un aprendizaje familiar. 

Miguel, mi padre, era una persona satisfecha con su día a día. En mi opinión, se encontraba en una enésima etapa de madurez. A sus 59 años disfrutaba en plenitud, con plena consciencia, de cuanto le rodeaba. De las personas que quería, de las tareas cotidianas, de los espacios compartidos y de la soledad voluntaria. De la vida que le ha sido arrebatada. 

Papá nos ha servido en bandeja su bondad, su sabiduría y su tiempo. Tenía un compromiso sincero con el bienestar común. Era una persona íntegra y especial. Era una buena persona y eso es lo máximo a lo que podemos aspirar quienes compartimos sus valores.

El padre (también el hijo, en su día), el marido, el hermano, el padrino, el tío, el compañero, el amigo. El maestro Miguel. En todas sus versiones era especial y deja una huella perenne. La huella de quien dignifica la condición humana y una profesión tan noble como la docencia, que ha ejercido durante años con pasión y responsabilidad

Mi hermana, Carmen, y yo, nos sentimos afortunados de haber tenido el mejor papá del mundo. Por fortuna, haremos este viaje obligado a una nueva vida (más gris) de la mano de la mejor mamá del mundo. Los tres queremos expresar que estamos profundamente agradecidos por el acompañamiento, el respeto y el cariño que hemos recibido. Especialmente a Josefina, Auxiliadora, Rosario, Inma y Lourdes, sus hermanas, y a Enrique, su hermano. A toda su familia, que también es la nuestra, a sus amistades, a sus colegas docentes y antiguo alumnado. También al personal del Hospital Reina Sofía, por su profesionalidad y por el trato que nos han ofrecido durante estos días crueles. 

Seguiremos adelante. Nos perseguirá su ausencia, pero él vendrá con nosotros. En buena medida, somos él. Y sentimos un tremendo orgullo de que así sea. 

*Miguel Santos Rodríguez, hijo del fallecido.