La historia de Juan y Charo es la de dos voluntarios convencidos y comprometidos con el acogimiento familiar. Padres de dos hijas de 23 y 21 años, empezaron su andadura recibiendo en su casa de Pozoblanco, durante el verano, a niños bielorrusos. Una tarde, en una reunión de Cruz Roja, se enteraron de la necesidad creciente de familias dispuestas a acoger a niños durante todo el año para evitar que pasaran largas temporadas en centros de protección y, ni cortos ni perezosos, se lanzaron al abismo.

A día de hoy, han perdido la cuenta de cuántos menores han estado a su cargo. De hecho, su casa está llena de fotos de pequeños sonrientes que ya se fueron. "Sabemos de todos menos de Almudena, una niña que nos cambió la vida porque desde que fue adoptada se rompió totalmente la relación", explica Juan, que al estar jubilado es quien suele pasar más tiempo con los pequeños. Esa despedida traumática les hizo optar por el acogimiento permanente, fruto del cual hoy son "papá y mamá" para tres hermanas que, sin perder el contacto con su padre biológico, llevan ya doce años en su casa. Además, siguen haciendo acogimientos de urgencia, por lo que ahora tienen en casa un niño de meses y otro que ya fue adoptado, pero que pasa siempre las vacaciones con ellos. Y siempre viajan con una canastilla preparada. "En urgencia, son bebés y te avisan de un día para otro", explica Charo, que además trabaja como auxiliar en el área de Maternidad del hospital de Pozoblanco.

Los acogimientos empezaron cuando sus hijas tenían 12 y 10 años. "Nos sentamos con ellas, les explicamos lo que queríamos hacer y aceptaron desde el primer momento". Según Azahara, la menor, "la experiencia ha sido muy enriquecedora" aunque reconoce que al principio fue duro adaptarse a la entrada y salida de niños y a tener que compartirlo todo con quienes iban llegando. La convicción de Charo y Juan, encantados con haber formado una familia numerosa que no deja de crecer, hace que todo parezca ventajas. Sin embargo, también hay inconvenientes. Para empezar, las ayudas económicas son limitadas. "Si haces esto, debes tener claro que tú tienes que salir al paso con lo que les haga falta", confirman, "nuestra filosofía es que lo que hay es de todos y hay que repartirlo". Otro problema es la escolarización, ya que, aunque se concede permiso de maternidad a quien asume un acogimiento permanente ("cuando llegaron las tres niñas, fue como tener trillizas de 6, 3 y 1 año"), los niños no se consideran hermanos de los hijos biológicos a efectos de obtener puntos en el colegio. "No sé si habrá cambiado ahora, pero cuando empezamos, nos tocó luchar mucho", comenta Juan, cuyo principal argumento para recomendar el acogimiento es "la mirada triste que tienen los niños en los centros y la alegría que contagian cuando viven en familia". Donde sí tienen ayuda es en la convivencia, ya que existe un equipo que hace el seguimiento e interviene si surgen dificultades. "Ahí hemos tenido suerte, se han integrado todos muy bien".