--¿Por qué decidió estudiar Arquitectura?

--Me gustaba dibujar, quizás porque a mis genes se le daban bien las matemáticas como a mi padre. No conocía a ningún arquitecto, pero mi padre me dijo un día que por qué no estudiaba arquitectura.

--¿Notó mucho cambio cuando se fue a Madrid a estudiar?

--Allí había cines y buen teatro. Pude estudiar gracias a que me quedé en casa de una hermana de mi padre bien posicionada económicamente. Pero mi hermano tuvo que estudiar Derecho en Córdoba por libre y aún así fue número uno en las oposiciones de notaría. A la vez que estudiaba Arquitectura, procuraba buscar trabajos como delineante.

Cuando Gerardo Olivares termina la carrera en junio de 1958, regresa a Córdoba para hacer las prácticas de la milicia que no empezaban hasta febrero. Como tenía tiempo libre se fue a ver al arquitecto Rafael de la Hoz, al que no conocía pero sabía de su renombre, para decirle si podía trabajar con él. En ese momento De la Hoz tenía mucho trabajo, pues era el arquitecto de la Diputación y tenía encargos para construir microescuelas, mercados y mataderos, así como el colegio de sordomudos. Al poco tiempo le encargaron el Hospital Provincial y el Psiquiátrico de Alcolea. Al acabar las prácticas la relación estaba muy establecida y Olivares y De la Hoz siguen colaborando hasta que el segundo se establece en Madrid con su hijo Rafael de la Hoz Castanys, más o menos hasta 1982. Luego trabaja con José Chastang, que es su socio durante aún más tiempo, y después se une a ellos otro arquitecto joven, Emilio Artacho.

--¿Cómo fue su relación con Rafael de la Hoz?

--Laboral y personalmente muy buena. Soy padrino de un hijo suyo. Rafael y su mujer son padrinos de una de mis hijas. Al principio seguíamos colaborando, pero en plan amistoso, al situarse él en Madrid, cada uno siguió por su lado. A pesar de ello, hicimos la cárcel de Alcalá-Meco y colaboró conmigo en los primeros encargos de la Universidad de Córdoba.

--¿Cómo era el ambiente universitario en Madrid?

--Había otra clase de libertad, porque no estabas en una sociedad cerrada como la cordobesa. Hacía mucho deporte, no me metía en política, porque lo que quería era estudiar, pues mis padres estaban haciendo un esfuerzo. Jugaba al fútbol, al rugby y al balonmano, con el Atlético de Madrid. Participé como extra en una película con Sofía Loren, Cary Grant y Frank Sinatra. Me gané un dinero y al año siguiente me fui a Israel cuatro meses, en el penúltimo año de carrera, en un intercambio de estudiantes. Después volví a Madrid y acabé la carrera.