Fue la última alegría de un raro y triste Domingo de Ramos, el último consuelo para una ciudad que tenía ganas de Semana Santa. Y en cierta forma pagaron por ello. Hay que agradecerles por ello el esfuerzo, la valentía y su buen ánimo. En todo caso, la hermandad del Huerto, después de pedir un tiempo extra para que pasara un aguacero, confiaron en la ventana meteorológica prevista y se puso en camino hacia la Catedral. Pero tampoco pudo ser. Se disfrutó en esa particular carrera íntima que es la calle San Fernando para la cofradía y, después, en la Carrera Oficial. Pero por tercera vez en el día, los pronósticos fueron traidores y la cofradía se volvió desde Las Tendillas, acabando en una apresurada y agónica entrada a San Francisco.