Fue una lástima que la hermandad del Amor no pudiera mostrar el esfuerzo de sus componentes a la Córdoba cofrade.

Tras pedirse la media hora de cortesía, el cortejo se echó a la calle. Quizá las ganas de ver los pasos en la calle impidió ver los nubarrones que amenazaban.

En todo caso, y si bien fue una visión fugaz de la hermandad en la calle, ya que a la altura de la iglesia de San José y Espíritu Santo la cofradía tuvo que darse la vuelta, sin embargo, este escaso trayecto sirvió para notar el cambio, para bien, experimentado por la misma en los últimos meses.

El Señor del Silencio caminó solemne a los sones de la Agrupación Musical de la Vera Cruz de Castro del Río. Tras el misterio, el Cristo del Amor, la devoción del barrio del Cerro, exornado con clavel rojo y acompañado de cientos de penitentes. Y cerrando el cortejo, la bellísima Virgen de las Encarnación, que lució con un renovado exorno floral a base de distintas variedades en colores pasteles colocado por la firma cordobesa Pinsapo, rompiendo muy medidamente la tradicional presencia del blanco.

Un detelle significativo: tanto a la ida como en su precipitada vuelta al templo en ningún momento se dejó de sentir el respaldo de su barrio. Casi como una ironía del cielo (o quizá como un detalle para agradecer el esfuerzo realizado y el cariño desplegado), el sol lució justo cuando entraban en San José Divino Obrero los empapados pasos, especialmente la Virgen de la Encarnación. Al respecto, entre su apagada candelería se encontraba un cirio muy especial, colocado por la asociación en defensa por la vida Adevida, por los no nacidos .