Aún es pronto y he desayunado fuerte, así que no tengo necesidad de pararme en Moscardón, donde ya quedan menos de 50 habitantes. El pueblo, en alto, está rodeado de un arroyo seco. Es mi segundo día en la provincia de Teruel y me preparo para otra jornada de mucha soledad. Entro sin esperanza, pero allí está Rufi, sentado en el pórtico de la iglesia, con su boina, camisa de cuadros, barba raída y sonrisa picarona. Aparco la bici y comienzo a toquetearla cerca de él, simulando que estoy arreglando algo. De repente, escucho un murmullo.

- ¿Cómo?

- Que la bici es un atraso.

No le respondo. Creo que está de broma.

- ¡No la quiero ni regalada!

- ¿El qué?

- La bici.

Se acerca su perra, a la que acaricia con mucha ternura.

- ¿Dónde vas con esas ruedas tan finas?

- Tengo recambio.

- ¿Y si pinchas otra vez a los 500 metros? ¿Que vas a cuestas con la bici y todo eso hasta el siguiente pueblo?

Señala las alforjas. Empiezo a pensar que habla en serio.

- ¡Ni regalada! Y mira que tengo tres o cuatro en casa. Pero eso es morirse en vida, un atraso.

- El atraso es el coche.

No me escucha.

- ¿Que llueve? ¡Que llueva! ¿Que me entra sueño? Me echo a dormir un rato aquí. Que quieres pasar la noche. ¡Igual! ¿Pero con esto?

Otra vez señala la bici y golpea con el puño las alforjas.

- Yo estuve cuatro años todos los días en la bicicleta, ¿sabes? Para allá y para acá, y cuando me pegaba el aire en la espalda, hostias, genial, y tenía una rueda tubular, daba igual lo que pisases, aquello se agarraba que no veas. Pero cuando pegaba de frente, ¡hostias! Y llover, igual. Te ponías de agua y frío... ¡Me cago en dios! ¡Que no, que no! Yo iba al puerto de Sagunto cada dos meses y me pasaba de todo. Luego me compré un 1200 y aquello era Jauja, y luego un 4x4, y ahora tengo ese blanco de ahí, eso es una joya, hombre. Te puedes echar la siesta, te puedes meter entre los pinos, por los carriles... Una gozada.

- Yo vengo por los carriles desde Frías de Albarracín.

- ¿Tú crees que esa rueda es para meterte por los carriles? ¡Que hay más piedras que el copón! ¡Mecachis!

- Eso lo dice porque usted está cansado de la bici.

- ¡No la quiero ni regalada! Es un atraso, ya te digo, de los grandes.

A las once llego a Terriente. Tiene más hechuras de pueblo, pero apenas sobrepasa los cien habitantes.

- ¿Hay bar?

- Esa mujer.

- Acabo de cerrar. Te puedo dar una lata.

- ¿Y algo de pan?

- Eso ya tenemos que ir a la panadería. Cógete unas sardinas o atún, te coges una sombra y te lo comes. ¿Te parto el pan? ¡Bah, ya lo haces tú con la mano!

Me pongo perdido con el líquido que sueltan las sardinas, pero no tengo una servilleta y la única mujer que pasa por la plaza camina con tanta dificultad que me sabe mal pedirle que vuelva a su casa. Me siento al borde de la fuente y espero, sin éxito, a que vuelva a pasar alguien. A las 12:07 continúo para Teruel.