Estoy ruteando con Ricardo Guerrero, Marian Osuna, José Cabrera, Miguel Rodríguez y Raquel. Hemos venido a ver la inundación casera que ha experimentado Mario Steliac en La Providencia del Corregidor. Tras aplaudir la actuación de Aguas Potables, saludamos a José Mellado, Manuel Gahete y Javier Ortega que pasaban por allí.

El caso es que anda uno sumergido en la historia reciente, influido quizá por la lectura del libro de Rafael Morales Ruiz Transición Política y Conflicto Social (La huelga de la Construcción de Córdoba en 1976). Aquí, el dicente lleva colgada una mochila de recuerdos, nombres y rostros de la buena gente que ha conocido desde que llegó en 1971 a la Córdoba coplera, nazarena y sultana, de lágrimas y sudor.

Fue despedido del trabajo en noviembre de 1975 por hacer pintadas con brocha gorda en el tajo en contra de las horas extraordinarias. Hablo de cuando el general Franco se volvió tan humano que se murió y todo. El 22 de diciembre se presentaron en los Olivos Borrachos diez compañeros con una talega con más de quince mil pesetas en monedas, que habían reunido en una colecta entre trabajadores de la misma empresa. Aquel gesto solidario cimentó la conciencia proletaria del menda, que hasta entonces se había limitado a los tristes recuerdos de la niñez cortijera y vivencias en media España, parte de África y Alemania. Con ese bagaje se incorporó a los corrillos de parados que se organizaban frente al edificio de sindicatos oficiales del Régimen en Gran Capitán. Los asistentes habituales eran albañiles, plateros, camareros y emigrantes retornados. Casi ninguno percibía subsidio de desempleo, unos por haberlo agotado y otros por no reunir los requisitos.

Cada día más de un centenar, desde las nueve de la mañana hasta el mediodía, allí comentando noticias de la prensa burguesa y paridas panfleteras de la clandestina izquierda, a cuyos sufridos y honestos, aunque escasos militantes, siempre alguno sacaba un café, un cigarrillo, un medio de vino o los veinte duros para la bombona del butano. Ellos animaban a los parados a organizarse para la lucha antifrankista que se palpaba en muchos ambientes ciudadanos. También asistían mujeres, a las que se les mostraba un gran respeto, casi todas de la Juventud Obrera Cristiana (JOC).

Cada día aumentaba el número de asistentes y el ambiente reivindicativo, las ganas de acudir a los centros de trabajo a contar nuestra situación a los empleados. El sábado 24 de enero de 1976, tras una visita sin resultados al director del Instituto Nacional de Previsión, en la que solicitamos ayuda para las familias de los parados en grave situación económica, unos cientos de parados acompañados muchos por sus familiares, nos dirigimos a La Torrecilla con el propósito de esperar la salida del trabajo de los empleados en aquel sector y pedirles solidaridad. En los jardines de Vallellano nos cortaron el paso los antidisturbios enviados desde Linares y apalearon a mujeres, niños y a cuantos pillaron a mano. Tan fuerte fue la agresión que el lunes siguiente todos los trabajadores de la construcción de Córdoba y gran parte de la provincia iniciaron una huelga que duró 15 días.