Paco Martínez-Soria: «Quien mejor entendió mi religiosidad fue mi padre»
Hijo del fallecido actor con su mismo nombre, es uno de los monjes de clausura del monasterio de Poblet
El padre Paco Martínez-Soria (Barcelona, 1934) me recibe en el monasterio de Poblet bromeando: "On està l'Arenas?". Rezuma amabilidad por los cuatro costados y, con su particular tono jocoso, marca dos líneas rojas: la política y su padre. De ambas acabará hablando: del segundo con una intensidad tal que será imposible no notar su admiración por quien "está en el alma de todos los que ríen con él".
-Paco Martínez Soria. Me suena su nombre.
-Cuando nací me pusieron Francesc d'Assís Martínez Ramos. Hasta que mi padre dijo que, como yo no tenía hijos y tengo 3 hermanas, quería que su apellido no se perdiera, y lo arreglaron para llamarme 'Martínez-Soria Ramos', con guion.
-Explíqueme su trayectoria.
-Empecé la carrera de Farmacia porque me encantaba la ciencia. Seguí en contacto con los escolapios que me habían formado como cristiano y creamos el Centro Escolapio de Montaña, donde sentí la vocación de enseñar a jóvenes. A los 21 empecé mi carrera sacerdotal y en el 62 me ordenaron sacerdote.
-¿No acabó Farmacia?
-No, estudié 2 años. Mi padre me dijo: "Hombre, yo pensaba que serías un buen farmacéutico y ahora resulta que quieres ser cura...". Le costó digerirlo, pero al final fue quien mejor entendió mi religiosidad. Cuando en los 60 algunos escolapios lo dejaban, me llegó a decir: "Hijo mío, no me darás el disgusto de dejar lo que tanto me costó aceptar".
-¿Por qué dio el paso a monje?
-Una vez vine a Poblet de retiro espiritual con jóvenes que querían ser sacerdotes. Era la primera vez que pisaba Poblet y aquella tarde pedí quedarme. A un escolapio le dije: "Te digo una cosa muy seria: como escolapio no voy bien, quiero cambiar de vida y ser monje aquí". Me contestó: "Estás loco". Ahora que llevo aquí 28 años lo recordamos y bromeamos.
-¿Por qué "no iba bien"?
-Para ser un buen escolapio hay que ser un buen monje: oración, vida privada, clausura...y yo salía mucho: tenía moto, iba a bañarme a la playa cada día, era profesor de judo...yo pienso que había arrinconado un poco a nuestro Señor.
-Su padre no llegó a verle de monje.
-No, murió en el 82 y mi madre en el 88. Yo entré en el 90: no sé si con mis padres vivos hubiera podido, porque es un salto muy grande eso de no poder irles a ver.
-¿Cómo es su día a día?
-Me levanto a las 3:50 h y rezamos varias veces hasta la noche. También trabajo en la lavandería haciendo la 'calçotada', es decir, doblando calzoncillos (ríe). Vivimos en clausura pero no estamos desconectados: quien quiere lee el diario, escucha la radio o tiene móvil.
-¿Alguna vez ha sentido impotencia de no poder cambiar las cosas fuera?
-Oh, siempre. Y yo no soy de ningún partido: soy universal, como mi padre, que me decía: "Paquito, papá ha hecho reír a toda España y es de toda España". Y es verdad: él iba por todas las provincias y era muy querido...aquí en Catalunya estuvo desde los 5 años, sin embargo no tiene ni un monumento; en Aragón sí tiene, y eso que nunca ha vivido allí. Aquí no son agradecidos con algunas cosas.
-Parece decepcionado.
-Una vez, con mi padre en cuerpo presente en el cementerio de Cabrera de Mar, le dije a Pujol, con quien he mantenido una amistad a raíz de esto: "Lamento que en la enciclopedia catalana, llena de futbolistas, no esté mi padre como artista". Al cabo de 15 días me citaron en la Generalitat y me recibió Pujol. Me dijo: "Padre, usted me dijo delante del cadáver de su padre una cosa que yo dije: 'Este hombre tiene toda la razón'". Y siguió: "Nos hemos dejado al Martínez Soria". Me garantizó que mi padre tendría una página, y así fue.
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