Feria de San Isidro

Ortega pone el temple y el buen toreo pero el triunfo, menor, fue para Talavante en Madrid

 El extremeño Alejandro Talavante cortó la única oreja concedida en la corrida de este jueves

El diestro Alejandro Talavante corta una oreja, este jueves, en la duodécima corrida de la Feria de San Isidro.

El diestro Alejandro Talavante corta una oreja, este jueves, en la duodécima corrida de la Feria de San Isidro. / JUANJO MARTÍN (EFE)

Paco Aguado (EFE)

Ficha del festejo

Ganado: seis toros de Puerto de San Lorenzo, la mayoría cinqueños, algo desiguales de volúmenes pero todos de fina lámina y con seriedad en las cabezas. En conjunto, corrida muy desigual de juego, fríos de salida todos, y con algunos toros con escaso fondo, por muy castigados en varas, otros rajados y algunos muy medidos de fuerzas aunque con nobleza y voluntad. El mejor y más completo fue el primero.

Alejandro Talavante, de grana y oro: estocada delantera perpendicular (oreja); pinchazo, estocada corta atravesada y descabello (silencio).

Juan Ortega, de corinto y oro: estocada desprendida delantera (silencio); media estocada desprendida (gran ovación),

Tomás Rufo, de lila y oro: estocada desprendida (silencio); estocada caída delantera (ovación tras petición de oreja).

Juan Ortega fue atendido en la enfermería de un puntazo con hematoma en el gemelo interno de la pierna izquierda, pendiente de estudio radiológico, y otro puntazo corrido en región pretibial izquierda, de pronostico reservado.

La plaza: duodécimo festejo de abono de la feria de San Isidro, con lleno de "no hay billetes" (casi 23.000 espectadores), en tarde agradable.

 El extremeño Alejandro Talavante cortó la única oreja concedida en la corrida de este jueves de la feria de San Isidro, un triunfo menor y tras una faena desigual con el mejor toro de Puerto de San Lorenzo, que contrastó con el buen y templado toreo de Juan Ortega ante un complejo ejemplar del que no obtuvo premio tangible.

Esa primera y única oreja llegó pronto, con el primero de la tarde, que fue, a la postre, el toro más completo, más claro y de más duración de un encierro de Puerto de San Lorenzo de finas y serias hechuras pero que, más allá de la brava voluntad de algún otro, estuvo condicionado por la falta de fuerzas o de fondo de la mayoría.

Pero el hecho es que ese hondo ejemplar que abrió plaza, con 611 kilos en los lomos, fue el que propició la posibilidad de triunfo más evidente, acudiendo con un entregado galope a todos los cites y siguiendo las telas con un suave ritmo, circunstancia de la que Talavante fue consciente desde el primer momento.

Por eso le abrió directamente el trasteo con la mano izquierda, llamándole desde los medios, adonde llegó Cubanoso para repetir sus buenas arrancadas en dos limpias tandas de naturales del extremeño, muy ligadas y asentadas, con ajuste y trazo pero a falta de un punto más de fibra.

Aun así compusieron el momento más redondo de la faena, porque desde entonces, una vez se acabaron las inercias del buen toro salmantino, un Talavante a medio gas optó por buscar la pala del pitón y ya con menos pulso en el trazo, haciendo que decayera un ambiente que remontó con otra tanda con la izquierda y algunos adornos. Al final, una oreja de un toro que le ofreció las dos.

Ya el resto de la corrida fue otra historia, porque el segundo y el tercero, excesivamente sangrados en varas, se desfondaron muy pronto, dejando sin opciones a Ortega y a Tomás Rufo, mientras que el cuarto fue acusando progresivamente la descoordinación de cuartos traseros que mostró de su salida, agravada por el nada sutil trato que le dio Talavante.

Tampoco sacó fuerzas el quinto, más alto y de hechuras más en su encaste atanasio, que por flojear de manos fue muy protestado por el público, a pesar de su clara voluntad de querer tomar los engaños con entrega. Y a esa virtud se agarró Juan Ortega, que quiso ayudarle con suavidad en la apertura de faena, dándole unas ventajas que, al tercer pase de tanteo, le costaron un duro percance.

Se coló entonces con mucha violencia el toro por el pitón izquierdo, por donde prendió al sevillano y lo derribó de golpe sobre la arena, mientras, paradójicamente, se escuchaban los gritos de 'miau' de los más 'exigentes', restando toda importancia al comportamiento de un animal que acaba de inferir a Ortega sendos puntazos.

Pero ni así se arredró este torero considerado 'artista', al que ni el percance ni el encrespado ambiente del tendido ni el genio que sacó el toro tras la voltereta, afectaron lo más mínimo para seguir aplicando el mismo pulso y la misma firmeza, hasta, a base de equilibrar las fuerzas del animal, lograr así media docena de mecidos, hondos y recreados muletazos con la mano derecha, con uno de ellos realmente sublime, por la forma de redondearlo casi al ralentí. El toreo más caro de la tarde

Y después de remontar todo eso sin alharacas, con valor, temple y entereza, pasó a la enfermería, teniéndose que conformar con una fuerte ovación, mucho menor recompensa que la que tuvo antes un toreo menos trascendente y meritorio, pero jaleado con el típico entusiasmo artificial de las típicas tardes 'de clavel' en Las Ventas.

Porque cómo sería la cosa que aún se le llegó a pedir una oreja más a Tomás Rufo por su revuelto y movido muleteo a un sexto de la tarde al que prefirió dejarle en su querencia de manso, sin fijar así su más que potable embestida por el pitón izquierdo en una persecución hasta la puerta de toriles.