Feria de abril

Los descastados 'juampedros' hacen insustancial el segundo "no hay billetes" en La Maestranza

La terna de toreros -Morante de la Puebla, José María Manzanares y Pablo Aguado- no ha logrado remontar la nula emoción que ha generado tan insulso comportamiento de los toros

Morante de la Puebla en el cuarto festejo de la Feria de Abril en Sevilla.

Morante de la Puebla en el cuarto festejo de la Feria de Abril en Sevilla. / JULIO MUÑOZ / EFE

Paco Aguado (EFE)

Ficha del festejo

Ganado: seis toros de Juan Pedro Domecq, de muy justo trapío y muy escaso de raza, que dieron un juego insulso y sin transmisión alguna, a excepción del quinto, que tuvo mayor duración y entrega. Lucieron divisa negra en memoria de Ramón Ybarra, amigo íntimo del ganadero.

Morante de la Puebla, de salmón y azabache: estocada caída (ovación tras leve petición de oreja); media estocada atravesada que asoma y estocada corta (silencio).

José María Manzanares, de corinto y oro: estocada atravesada (silencio); pinchazo sin soltar, estocada contraria y tres descabellos (silencio).

Pablo Aguado, de sangre de toro y oro: pinchazo, metisaca y estocada trasera (silencio); media estocada (silencio).

Entre las cuadrillas, Diego Ramón Jiménez destacó en la brega del tercero, y Curro Javier y Alberto Zayas saludaron tras banderillear al primero.

La plaza: quinto festejo de abono de la feria de Abril, con lleno de "no hay billetes" (12.500 espectadores) en tarde primaveral.

El muy descastado juego de los toros de Juan Pedro Domecq lidiados este jueves en Sevilla hizo que la quinta corrida del abono, con el segundo "no hay billetes" en las taquillas, alcanzara la más absoluta insustancialidad, sin que la terna lograra remontar la nula emoción que generó tan insulso comportamiento.

Al arrancar una tarde de gran expectación, lo que nadie podía esperar es que la poco más que vistosa faena de Morante de la Puebla al primero de la tarde terminara siento el momento más interesante de la corrida, pues, uno tras otro, los cinco restantes ejemplares del viejo hierro de Veragua mantuvieron o aún empeoraron ese triste descastamiento

Por eso el primer empeño del artista sevillano tuvo algo más de jugo que el resto, en tanto que Morante , con un toro vulgar que apenas se empleaba ni descolgaba tras los engaños, sacó una faena más que estimable, concentrada en apenas cuatro series de muletazos, sin pausas ni paseos accesorios, sino concretando mucho la lidia.

Con el de Juan Pedro siempre en la mano, a pesar de que nunca llegó a bajar los pitones por debajo del palillo, el de la Puebla le ligó, sin apenas darse importancia ni vender "la moto" a los tendidos, una veintena de muletazos impensables en cuanto a compostura y naturalidad que, de llegar en otro turno de la corrida, tal vez sí que hubieran sido premiados con esa oreja que se le pidió con tibieza.

Manzanares, durante su faena este jueves en La Maestranza.

Manzanares, durante su faena este jueves en La Maestranza. / JULIO MUÑOZ / EFE

Porque los cinco capítulos restantes tuvieron muy escasa historia: el mismo Morante no perdió ni un minuto de su tiempo, más que el de un breve tanteo, con un cuarto vacío que no tardó en volverle grupas, mientras que José María Manzanares se dio, con su amplia muleta, a un empeño intrascendente con el soso cuarto y no llegó a apostar ni un alamar con el quinto, que fue el único de los seis que quiso tomar los engaños con un mínimo de duración y entrega.

Pablo Aguado pudo, al menos, lucirse con el capote con el tercero, lo mismo en el saludo a la verónica como en el galleo por chicuelinas con que lo llevó a ese caballo donde el animal dejó todo su celo antes de que, muleta en mano, el sevillano no lograra remontar esa insalvable traba.

Claro que peor fue lo del sexto, el de más cuajo y seriedad del descastado sexteto, que ya en banderillas fue tomando, poco a poco, el camino de las tablas de sol, muy cerca de esa querencia de chiqueros de donde Aguado le sacó unos momentos para ligarle los pases con cierta ligereza, pero donde acabó rajándose irremisiblemente.