Ganado: seis toros, cinqueños, de José Escolar, de muy seria presentación, por volumen, cuajo y aparato en las cabezas, y de juego dispar dentro de un comportamiento encastado y exigente, aunque la mayoría sin acabar de emplearse tras los engaños.

Octavio Chacón: tres pinchazos, estocada corta desprendida y siete descabellos (silencio tras aviso); pinchazo, media estocada trasera desprendida y descabellos (silencio); y pinchazo, pinchazo hondo y diez descabellos (silencio), en el que mató por Gómez del Pilar.

Alberto Lamelas: estocada desprendida (ovación tras aviso); dos pinchazos, estocada corta delantera y cinco descabellos (silencio tras dos avisos).

Gómez del Pilar: estocada (oreja tras aviso). Herido de salida, no pudo matar al sexto. Seguía siendo intervenido en la enfermería de la plaza.

Cuadrillas: destacaron picando y bregando con el quinto, respectivamente, Antonio Prieto y Rafael González. Ángel Otero saludó tras banderillear al sexto.

Plaza: Las Ventas de Madrid, en el 24º festejo de la feria de San Isidro, con algo menos de dos tercios de entrada (unos 14000 espectadores).

El diestro madrileño Noé Gómez del Pilar vivió este martes la cara y la cruz del toreo, al cortar una oreja a su primero y resultar herido por el sexto toro de la muy seria y muy exigente corrida de José Escolar lidiada en el vigésimo cuarto festejo de la feria de San Isidro.

Los "escolares", cinqueños todos, lucieron una impresionante estampa, por su cuajo y sus astifinas cabezas, pero más impresionó su exigente comportamiento durante la lidia, con una casta nada fácil de someter dentro de sus variadas versiones, desde una nobleza nada gratuita hasta el acusado sentido del que hirió a Gómez del Pilar.

Para solventar esos problemas el torero madrileño afrontó ya con una gran disposición su labor con el tercero, al que saludó con una apuradísima larga cambiada a portagayola de la que salió milagrosamente ileso tras un hachazo directo a la montera.

Luego el toro sangró poco en varas y llegó a la muleta con unas fuertes embestidas que no regaló, sino que para alargarlas pedía un mando muy constante y preciso en el engaño del matador, obligado a hacer un esfuerzo que no tuvo muchos frutos en la primera parte de la faena.

Pero, sin volver la cara, acentuando la emoción, Gómez del Pilar consiguió al fin ligarle los pases con la derecha, sin que el de Escolar acabara de descolgar sus pitones al suelo, y aún más se entregó en una excelente tanda de naturales de frente, de enervante autenticidad, al final de los cuales el toro, como si no perdonara su derrota, se le vino encima para prenderle por el muslo derecho, aunque sin herirle.

Se rajó inmediatamente el cárdeno, pero aún acertó el diestro madrileño a tumbarlo de una contundente estocada cobrada en rectitud que avaló de una vez el corte de la oreja.

Dispuesto a doblar el premio, Gómez del Pilar volvió a arrodillarse frente a la puerta de chiqueros para recibir al sexto, solo que este, anunciando el acusado sentido que luego iba a desarrollar, no le perdonó: sin acertar a despedirle con el capote, el torero se echó a la arena, donde el "escolar" le buscó y le hirió muy certero en el glúteo con su astifina daga diestra.

Tuvo por eso que matar tres toros Octavio Chacón, que se manejó en todo momento con buen oficio ante la dura corrida de los campos de Gredos, aunque el primero, algo mermado de fuerza en los cuartos traseros, al menos le quiso embestir con cierta clase que él no acabó de aquilatar.

Y si el sexto no le dio más opción que pasaportarlo pronto para acabar con su amenazante "guasa", el cuarto, sin entrega alguna en sus contadas arrancadas, no le permitió mayor lucimiento que el de moverlo con oficio y sin apuros.

El lote de Alberto Lamelas fue, con todo, el que pareció ofrecer más posibilidades, a costa, claro, de una entrega absoluta de su matador, como pedía el segundo de la tarde, un toro encastado que solo descolgaba y seguía el engaño cuando se le llevaba muy sometido, lo que el jiennense no siempre consiguió.

Con las mismas dudas y con escaso asiento de plantas planteó también la lidia del quinto que, pese a todo, y aunque se venció varias veces por errores de colocación, acudió a la muleta con cierta nobleza durante el largo y errático empeño de Lamelas.