Ganado: seis novillos de Fuente Ymbro, de muy dispares hechuras. Tras mansear en los primeros tercios, sacaron movilidad en la muleta, aunque con muchos matices, desde el temperamento y el genio al sentido, pasando por la nobleza o la brava entrega por el pitón derecho del sexto, "Embriagado", al que se premió con la vuelta al ruedo en el arrastre. El ganadero y el mayoral también dieron la vuelta al ruedo con Álvaro Alarcón al finalizar la novillada.

Manuel Diosleguarde: estocada algo trasera (orejas tras aviso); estocada trasera atravesada y descabello (silencio tras aviso).

Jorge Martínez: estocada baja (ovación); estocada (vuelta al ruedo tras petición mayoritaria de oreja y aviso).

Álvaro Alarcón: estocada desprendida (oreja); estocada trasera (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.

Cuadrillas: Antonio Muñoz destacó picando al sexto, al que bregó con temple Andrés Revuelta, que antes había saludado con y Félix Delgado tras banderillear al tercero.

Plaza: decimosexto festejo de la feria de San Isidro, con medio aforo cubierto (unas 11.000 personas), en tarde agradable y con rachas de viento.


El novillero toledano Álvaro Alarcón salió hoy a hombros de Las Ventas tras cortar tres orejas a un encierro de Fuente Ymbro con el que también derrocharon entrega sus dos compañeros, y en especial Jorge Martínez, al que la presidencia negó incomprensiblemente una oreja ganada a ley.

Y fue precisamente esa entrega, además del valor y del oficio, que puso la terna lo que, aparte de trofeos, tal vez hizo ver mejor de lo que fue en su conjunto ese sexteto de utreros en los que hubo de todo, desde la bravura, sí, del premiado sexto al genio y al peligro de algún otro, como el peligroso lote de Martínez, que se les impuso con un enorme y sereno valor.

La pareja de novillos más completa fue, en realidad, la de Alarcón, que toreó a los dos con idéntica firmeza, plantándose siempre en los medios de la plaza para imponerles su mando en dos faenas que tuvieron altas dosis de expresión y temple.

Le cortó ya una oreja al tercero, al que limó el temperamento que desarrolló en los primeros tercios con dos soberbias tandas de naturales para abrir boca, antes de que tanda a tanda el animal fuera perdiendo celo, justo cuando lo mató de una estocada en la que partió la empuñadura del estoque.

El sexto salió cruzándose por el pitón izquierdo, manifestando un posible defecto de visión que luego, en la muleta, le hizo defenderse precisamente por ese lado. En cambio, por el derecho tomó los engaños con entrega y profundidad, haciendo que Alarcón basara en la mano diestra una faena a más y de mayor brillo cuanto más sometido y despacio embarcó las embestidas.

Ese detalle marcó las dos últimas tandas de muletazos de un trasteo que se vivió con creciente entusiasmo en el tendido y que desató la petición, y la concesión, de las dos orejas tras el soberbio estoconazo con que el novillero de Ocaña tumbó al de Fuente Ymbro de manera fulminante.

El paseo por el anillo del triunfador y el ganadero, así como la vuelta al ruedo al utrero ofrecieron un injusto contraste con lo vivido en el turno anterior, cuando el presidente, negado a la evidencia, no quiso conceder a Jorge Martínez una de las orejas más merecidas de lo que va de feria.

Así lo vio también el público, que pidió el trofeo de forma mayoritaria tras presenciar el enervante duelo que el novillero almeriense mantuvo con un quinto con genio y con sentido, que se coló repetidamente buscando la femoral de un torero que nunca se arredró.

Aguantó Martínez cada colada -alguna de las cuales llegó incluso a alcanzarle- de un animal que siempre estuvo "de caza", pero al que, con una férrea insistencia, sin achicarse nunca, acabó obligando a hacer aquello a lo que el animal se negaba: tomar su muleta con recorrido, aun a regañadientes.

Una estocada también demoledora acabó por hacer casi obligada la concesión de esa oreja, menos para el criterio de un presidente de dudosa capacitación para ocupar el palco de la primera plaza del mundo. La fuerte bronca del público a su decisión estuvo a la altura de su error.

Antes de que Jorge Martínez se la jugara con la misma limpieza y honestidad también con el segundo, otro novillo con "guasa" que sí que llegó a voltearle, Manuel Diosleguarde había cortado la oreja del primero, por una faena pulcra y de solvente oficio a un utrero más manejable que el cuarto, de movilidad engañosa y a menos, con el que el salmantino resolvió con idéntica facilidad.