FICHA DEL FESTEJO:

Ganado: Seis toros de Hermanos García Jiménez (el segundo con el hierro de Olga Jiménez), de buena presencia y finas hechuras, dentro de cierta disparidad de volúmenes, y de juego también desigual aunque todos medidos de raza y de fuerzas. Los dos primeros y, sobre todo, el quinto tuvieron clase y nobleza en sus embestidas.

El Juli, de azul cobalto y oro: estocada trasera atravesada (oreja); pinchazo y estocada trasera (silencio).

José María Manzanares, de corinto y oro: dos pinchazos, pinchazo hondo y media estocada trasera (ovación); estocada (oreja).

Paco Ureña, de palo rosa y oro: estocada delantera caída (silencio); estocada baja (oreja).

Entre las cuadrillas, Óscar Bernal fue ovacionado por su buena ejecución de la suerte de varas en el tercero.

Undécimo festejo de la feria de San Miguel, de Sevilla, con algo más de tres cuartos cubiertos del aforo permitido del 60% (unos 4.500 espectadores).

La corrida de este jueves en la Maestranza de Sevilla, undécima de la feria de San Miguel, se saldó con tres orejas concedidas con excesiva generosidad y benevolencia a cada uno de los tres espadas del cartel, como premio a faenas de muy escaso fuste.

Llegado el fin de semana, el espíritu del templo taurino sevillano cambia de manera radical, pues lo que entre semana y en horario laboral es todo silencio y frialdad se torna en complacencia y farfolla más allá de lo que suceda realmente sobre la arena, con un público de aluvión que amenaza con pervertir el selecto criterio que siempre tuvo esta afición.

Y así sucedió en la corrida de este jueves, en la que El Juli, Manzanares y Ureña pasearon sendas orejas que no justificaron en la cara del toro, ya fuera por defecto o por falta de acierto ante una corrida de Hermanos García Jiménez que, en tipo y de finas hechuras, soltó al ruedo maestrante tres toros de una gran dulzura.

El lote más completo en ese sentido fue el del alicantino José María Manzanares, compuesto de un segundo fácil, dúctil y de embestidas paralelas y poco amenazantes y de un quinto, cinqueño, con las fuerzas muy medidas pero con una clase suprema en sus embestidas, con su largo cuello siempre descolgado casi a ras de arena.

Al primero, que tenía marcado el otro hierro de la casa salmantina, le hizo el hijo del maestro una faena de muy escaso compromiso, sin llegar a apurarlo, hasta que el animal comenzó a salirse distraído en busca de las tablas.

A ese lo pinchó, por lo que perdió una posible oreja dado el barato precio a que hoy se cotizaban en Sevilla, pero sí que se la dieron del castaño chorreado que salió en quinto lugar, "Industrial" de nombre, muy bajo de alzada y seria pero "cómodamente" armado.

Galopó ese precioso toro a todos los cites, aunque marcando ya desde el tercio de varas una escasez de fuerzas que aconsejaba tratarlo con mucho pulso y precisión para aprovechar sus, pese a todo, profundas y entregadas acometidas, lo que Manzanares solo logró en determinadas ocasiones.

Con muchas y larguísimas pausas, en principio aconsejadas para dar aire al animal, el de Alicante tampoco le concretaba luego grandes cosas, pues le instrumentó tandas de muletazos muy cortas y de temple muy desigual, sin apurar la buena clase de un animal que acabó rindiéndose, agotado sí, pero al final de una faena muy dilatada que se premió más por la espectacularidad de la estocada recibiendo que la cerró.

El Juli se había llevado ya la oreja del que abrió plaza, otro toro de nítida y abierta embestida al que el madrileño pasó con ligereza y escaso ajuste en un trasteo rígido y de aparente poder, aunque sin poso ni gusto. Oreja barata también tras una estocada defectuosa. Ya al cuarto, más afligido de todo, El Juli le dio un duro trato poco justificado.

La tarde se le iba a Paco Ureña, una vez que el tercero se desfondó muy pronto. Y tampoco parecía que podría sacar un mínimo partido del sexto, otro castño de hondas hechuras que acusó enseguida la querencia de toriles y que se movió con incertidumbre.

El murciano se puso delante de él casi a la desesperada, aparentemente sin ideas, y fue así como se pasó varias veces por los muslos, sin mucho control y al ritmo que marcó el animal, unas embestidas sin ritmo ni celo.

Pero esa incertidumbre, y esa voluntad de Ureña dejándolo casi todo al azar agradaron al agradecido público de esta tarde de jueves, y también a la desconcertante banda de música, que arrancó a tocar sin mucho sentido hasta que el de Lorca tumbó al de García Jiménez de un feo bajonazo en la suerte de recibir para no quedarse sin su oreja de baratillo.

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