Violencia machista

Mujer, gran dependiente y víctima de violencia sexual: "Le devolvemos la voz a las que no la han tenido"

La Confederación Aspace presenta un protocolo de actuación integral con el que buscan mejorar la detección y el abordaje temprano de esta realidad invisible y desgarradora

"Nuestra sexualidad nos ha sido negada. Fuimos niñas, somos niñas y seremos niñas", lamenta Fernanda Arrojo, activista con parálisis cerebral

Una mujer en silla de ruedas.

Una mujer en silla de ruedas. / Shutterstock

El 016 presta servicio en 53 idiomas y también es accesible para personas sordas. El resto de teléfonos de atención de emergencia (112, 091…) presentan una situación similar. Ninguno de ellos está al alcance de las mujeres con grandes necesidades de apoyo comunicativo. Pero, aunque se trate de una realidad invisible y desgarradora, ellas también son víctimas de violencia sexual y en la mayoría de los casos sus agresores están en su círculo más próximo. Son aquellos que las acompañan al médico, al despacho del trabajador social, son los que las atienden y asean. Aquellos que hablan por ellas y, en muchas ocasiones, deciden por ellas.

Desde 2020, la Confederación Española de Asociaciones de Atención a las Personas con Parálisis Cerebral (Aspace) ha tenido constancia de 64 casos. Han sido las propias víctimas las que han demandado una herramienta específica de actuación al que se pudieran acoger aquellas que enfrentan grandes barreras de comunicación. Tras un trabajo que ha nacido de sus experiencias, este martes ha sido presentado este protocolo en la sede de la Fundación Once, en Madrid.

"Es una realidad dolorosa, pero es un gran paso. Vamos a dar voz a aquellas mujeres que tradicionalmente no la han tenido", afirma Ángeles Blanco, delegada de derechos humanos y coordinadora de incidencia de Aspace. Con un discurso reivindicativo se muestra orgullosa de lo conseguido, pero no olvida el largo camino que queda por recorrer. Recuerda la urgencia de hacer accesibles los centros de acogida, de formar al personal sanitario, de normalizar los exámenes ginecológicos, tantas veces olvidados en los chequeos a las mujeres con grandes discapacidades. También de no olvidar su sexualidad.

El protocolo está formado por pictogramas que buscan ayudar a expresar la manera en la que la víctima ha sido violentada. Los hay encaminados a señalar al autor, a identificar el lugar donde se ha producido la agresión, pero también la forma (tocar, besar, masturbación, violación grupal…) o la zona del cuerpo. Ana Pedrosa, técnica de derechos de Aspace y autora del proyecto, explicó que el fin último es evitar la revictimización de las mujeres y garantizar su tutela judicial efectiva. Entre otras cosas, incluye también recomendaciones básicas como el deber de dirigirse directamente a ella y cómo hacerlo.

Foto de la familia de los participantes en la jornada organizada por Aspace.

Foto de la familia de los participantes en la jornada organizada por Aspace. / Confederación Aspace

Según estimaciones de la confederación, esta forma de comunicación aumentativa y alternativa haría posible la inclusión de 650.000 personas con discapacidad en España. Y es que no solo beneficiaría a las mujeres con parálisis cerebral, sino también a personas con autismo, síndromes neuromusculares o párkinson.

La historia de María

En último término, el objetivo de la jornada organizada por Aspace ha sido crear un lugar para escuchar a las mujeres con parálisis cerebral. Fernanda Arrojo, activista y presidenta de la confederación en Lugo, tomó la palabra para contar la historia de María, una historia real de una mujer con grandes necesidades de apoyo y muchas dificultades para comunicarse.

"María desea desesperadamente que le den una plaza en un centro residencial para escapar de su vivienda familiar. Allí debe sentirse protegida y querida, pero no es así", afirma, y comienza un relato estremecedor: "Desde que su cuerpo se formó como mujer, sintió la lasciva mirada de su tío. Le provocaba un miedo, un temor que se transformó en auténtico terror. De babosos besos en la mejilla pasó a toqueteos, caricias y a forzarla sexualmente cuando se quedaban a solas".

Estos actos minaron la autoestima de María, que comenzó a sentirse avergonzada y culpable. Al mismo tiempo, presentaba síntomas de una incipiente depresión. "Sentía asco de sí misma por despertar tan bajos instintos", subraya Fernanda Arrojo, que enfatiza la dificultad que implica para ellas reconocer estas acciones. Porque, recuerda, la sexualidad les es negada desde el mismo momento de su nacimiento. "Fuimos niñas, somos niñas y seremos niñas", lamenta.

La situación de María dio un giro cuando consiguió esa ansiada plaza en una residencia especializada. "Por fin fue atendida y escuchada. Alguien le preguntaba y esperaba a que respondiera. Por eso decidió denunciar las violaciones que había sufrido. Por primera vez se reconoció como víctima y a su tío como violador habitual".

Mucho por hacer

Compartir unos minutos con Ángeles Blanco es suficiente para sentir su implicación con la causa. Insiste en que a menudo se confunden dificultades comunicativas con déficit cognitivo, a pesar de que son dos tipos de barreras que no tienen nada que ver. Lucha por los derechos de las personas con discapacidad, en especial de aquellas con pluridiscapacidad.

"La realidad de las mujeres con parálisis cerebral en términos de violencia siempre ha sido invisible. Tener grandes necesidades de apoyo a nivel físico y limitada la capacidad oral hace que parezca que se escapan a la violencia. Como si tuvieran un escudo", afirma, y lamenta la dificultad que esto supone desde el punto de vista de la prevención. Además, lanza una crítica a los poderes públicos: "En las campañas de sensibilización y prevención nunca aparecen mujeres con discapacidad. Menos aún con pluridiscapacidad. Por eso no se sienten interpeladas, creen que eso no les está pasando".

También apela al importante papel que deben jugar médicas, enfermeros y auxiliares. Cree que el entorno sanitario debe ser un lugar seguro para las mujeres. Y recuerda un caso especialmente descorazonador, uno en el que, en su opinión, todo falló. "Fue prostituida durante 20 años por su padrasto con el beneplácito de todo el ámbito familiar. ¿Cómo nadie se dio cuenta? Como poco, tuvo que pasar por atención primaria. La clave está en que como no tienen los apoyos comunicativos, los profesionales no las entienden. Si no las entienden recurren a la persona que las acompaña. Y, ¿quién las suele acompañar? Muchas veces, el agresor", denuncia.

Por ello, pide derribar el tabú de la sexualidad de las personas con discapacidad: "Parece que somos seres asexuales. Y, por ello, los controles de ginecología no se llevan a cabo".