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El 'tarotboom': en Madrid te echan las cartas mientras te tomas una cerveza

Cada vez son más los locales que incluyen en su oferta las predicciones del tarot | En La Santoría, por ejemplo, la astróloga Guili Despósito acude dos días por semana a ofrecer sus servicios de 'confesionario' a los clientes

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra cartas de su tarot.

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra cartas de su tarot. / Alba Vigaray

María G. San Narciso / Ana Ayuso / Alba Vigaray (Fotos)

A este misterioso local, casi oculto desde el exterior, como si se tratase de un speakeasy neoyorkino, se accede apartando una tupida cortina negra. Las luces rojas y los pequeños focos de las velas repartidas por todo el espacio se reflejan sobre los innumerables objetos esotéricos que decoran esta coctelería. Aquí todo, desde el apelativo de las pociones a los carteles de detrás de la barra, que anuncian hechizos de amor, hace referencia al esoterismo. Incluso el nombre del bar, La Santoría.

Interior de la coctelería La Santoría.

Interior de la coctelería La Santoría. / Alba Vigaray

En este 'templo' de santería se han congregado Mariano Amor, uno de los propietarios, Diego, coctelero, y Giuli Despósito, tarotista. Todas las semanas fijan dos días de lectura de cartas. En esta ocasión, se trata de un lunes lluvioso que podría vaticinar malos presagios. O escasos clientes. Pero no es así. Giuli, de 21 años y argentina, como el resto de trabajadores de esta coctelería, camina alrededor de las mesas preguntando si alguien se anima a saber qué le dicen las cartas. Ella se formó durante tres años, más uno de postgrado, en la escuela de astrología YIN −antes Espacio Nuevo Tiempo−.

Ve el tarot como una "herramienta evolutiva" que sirve como una "oportunidad para charlar sobre algo que forma parte de vos". Desbloquea pensamientos que quien se sienta frente a ella en la mesa en la que se presentan las cartas tiene enquistados, no para predecir el futuro. "Ese pensamiento quedó viejo, quizá las generaciones de nuestros padres iban a la bruja a preguntar esas cosas, pero ahora es diferente. ¿Para qué te sirve a vos que te diga que te va a pasar algo en tantos días si a lo mejor eso no sabes si vas a llegar?", reflexiona la porteña.

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra dos cartas del tarot.

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra dos cartas del tarot. / Alba Vigaray

Echa el tarot en este bar los lunes y los jueves en un ambiente envuelto en humo de Palo Santo. El primer día de la semana, suele tener unos 30 o 35 clientes a razón de cinco euros por una lectura de unos 10 o 15 minutos. Por cada nueva pregunta, se pagan cinco euros más. Los jueves, tiene el doble de trabajo, alrededor de 60 interesados. Además de sus paradas por La Santoría, Giuli Despósito agenda consultas particulares. "La gente viene a tomarse su cóctel, a la experiencia de La Santoría y, si tiene ganas, se lee las cartas directamente conmigo aquí, pero, si quiere algo más extenso y profundizar, yo le doy mi tarjeta y lo arreglamos por fuera", explica la joven tarotista.

De cuba a Malasaña

Entrevista a Dama Dragón, la encargada de leer las cartas en La Reina Lagarta

EPE

En otro local, a pocos kilómetros de este del barrio de Las Letras, se ubica La Reina Lagarta, un bar con concepto circense que cuenta también con una lectora de cartas gitanas. Tiene el pelo rubio platino muy largo y va vestida de negro. Lo que más destaca de su atuendo es un gorro de pitonisa, también oscuro, sellado por uno broche de brillantes. Ella cobra ocho euros por interpretar qué dicen las imágenes en cuatro minutos. Se hace llamar Dama Dragón, pero sus hijos, que gestionan el bar, se refieren a ella como Estrella, el nombre de una de las cartas más valoradas del tarot, una baraja que a ella no le gusta especialmente.

"El tarot es muy radical y muy feo. A mí no sé si es porque soy más infantil, pero no me gusta, me parece horroroso", desliza Dama Dragón, sin querer "ofender a nadie". Lleva 30 años leyendo las cartas gitanas, desde que en un viaje a Cuba le dijeron que veían en ella "un don". En este país latinoamericano la santería es una práctica religiosa muy arraigada después de la llegada de los esclavos africanos y, en especial, los yoruba, en la época colonial.

Estrella calcula que su lectura cuenta con una vigencia de cuatro meses "más o menos". Algunos se pasan por su bar para verla exclusivamente a ella. Otros lo hacen para tomarse una cerveza y, de improvisto, dan con la lectora de cartas suelen y se acercan para averiguar algo de, casi siempre, lo mismo: "Las preguntas sobre el amor son las que más me hacen". La gente joven, la que principalmente accede a esta coctelería, "mata por amor", afirma. Les interesa mucho menos la salud.

Mujeres y colectivo LGTBI+

Si en algo coincide ambos locales es que la mayoría de los clientes que se apartan para hacer una lectura de cartas son mujeres. La escritora feminista Jessa Crispin trajo a España este pensamiento de la mano de la editorial Alpha Decay con su libro El tarot creativo: una guía moderna para una vida inspirada. Durante su promoción, defendió su uso como herramienta de introspección y criticó algunas reacciones frente a la astrología por entender que se debía, en gran parte, a que es un mundo mayoritariamente femenino. 

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra cartas de su tarot.

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra cartas de su tarot. / Alba Vigaray

Aunque haya cada vez más locales que ofrezcan una tirada de cartas a la vista de otras personas, y no en la intimidad como se venía haciendo, el tarot no está del todo normalizado en el país. Mariano Amor cree que es, sobre todo, por la tradición católica y por los cuarenta años de franquismo. "Ustedes están atravesados por una construcción donde la religión era parte de su día a día. En Argentina, los colegios del Estado no eran religiosos, como aquí, por lo que la fe se vive de una manera totalmente diferente", explica. Solo las clases más altas, con acceso a la educación privada, la reciben. Con todo, considera que "hay una oleada feminista que está deconstruyendo esa cuestión". "El 75% de seguidores que tenemos en la cuenta de Instagram de este bar son mujeres, cuando en una coctelería es totalmente lo contrario. Hay un renacer de esas nuevas prácticas para el bienestar que van de la mano del feminismo y de lo que está pasando a nivel social y cultural. Nuestro público es joven y curioso. Viene rompiendo con estas cuestiones que arrastran otras generaciones", asegura.

Tanto Giuli como Mariano defienden que el tarot sirve como herramienta de bienestar de las personas. En ambos locales, el momento de echar las cartas se asemeja un poco al 'confesionario', donde el cliente algunas veces se abre el canal y ellas prometen guardarles las palabras en secreto. Pero para que esta experiencia sea completa, necesitan que todas vayan predispuestas. Y, en este sentido, Giuliana reconoce que no es lo mismo hacerle una tirada a un "chico súper heteronormativo que a un queer". Los segundos creen más porque, dice, todos necesitamos creer en algo y el catolicismo los ha rechazado durante demasiado tiempo. 

“Hasta los términos del tarot se cambian para que no sea binario”, asegura Giulia

También hay diferencias entre ellas y ellos a la hora de abrirse. "La construcción de la masculinidad hace tapar las sensibilidades de ese tipo. Mientras que en la mujer lo sensible es posible, el hombre tiene vetado llorar. Esas cuestiones también hacen que te abras de forma diferente", apunta Mariano Amor. Si hace unos años las cartas del tarot se podían dividir entre femeninas y masculinas, ahora son o activas (si tienen capacidad de penetrar en el ambiente) y pasivas (con capacidad de recibir estímulos del ambiente). "Hasta los términos se cambian para que no quede binario", añade Giulia. 

El peligro de las adicciones

El problema surge cuando los clientes van porque buscan a alguien, de forma compulsiva, que les indique qué decisiones deben tomar en la vida, lo que puede derivar en una adicción. "Las personas que consultan habitualmente el tarot no lo suelen hacer en público", sostiene Consuelo Tomás, psicóloga del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones no Tóxicas. Sin embargo, esta especialista en psicología clínica destaca que la entrada de las cartas en lugares que normalmente se frecuentan en momentos de ocio acercan esta práctica a personas más vulnerables a volverse adictas. "Existe entonces una normalización, una permisividad y una accesibilidad con el tarot", dice.

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra cartas de su tarot.

Giuliana Despósito, la tarotista de La Santoría, muestra cartas de su tarot. / Alba Vigaray

"Volví al tarot durante una época especialmente difícil de mi vida. Con una tarotista experta, fui capaz de ver mis circunstancias de un modo distinto. Me ayudó a encontrar un relato en medio de toda la confusión. En resumen, me contó una historia nueva sobre mi vida y lo que estaba experimentando. Una historia en la que podía moverme y ver cómo actuaban los demás personajes y situaciones. Después de aquello, me enganché", reconoce Jessa Crispin en su ensayo. 

“Yo siempre digo que la ayuda tiene que ser corta. No pueden tener una rutina conmigo porque, si no, no hay movimiento en la otra persona. Vienen, se sientan, escuchan y charlan. Lo tienen todo claro en la sesión, pero en la vida no lo van a poner en práctica”, asegura Giulia. Ella hace tres sesiones seguidas como mucho, con 30 días de por medio. De esta forma, logra que la gente “procese esa información sin generar dependencia”, algo que también explica a sus clientes. Porque ni a ella, ni a nadie, les gusta que jueguen con su cabeza.