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Gregorio posa en su estudio de Puertomingalvo, donde trabaja la piedra.

RELATOS DE INVIERNO

Málaga-Delta del Ebro en bici (día 11): Un artista en las eras

Gregorio levanta su estudio en las cumbres de Teruel, y entre piedras y cerámica sobrevive junto a Miguel Ángel

Jamás me acuerdo de la cena de Reyes, pero sí de la cabalgata de Ciudad Jardín, que nos encontrábamos ya de noche volviendo al barrio, después de ver la del centro, la ostentosa, la interminable, la multitudinaria, la que raramente podías disfrutar en primera fila. A mí me gustaba más la de Ciudad Jardín, pequeñas carrozas entre los coches aparcados, porque era muy fácil coger un caramelo, un caramelo sin correr y sin pelearte con otros niños, y los pastorcillos escuchaban claramente tus peticiones, y te las ofrecían en la mano. Si hoy hubiera llegado seis minutos antes a Puertomingalvo, pueblo de cien habitantes de Teruel, hubiera visto una cabalgata aún más humilde y encantadora que la de Ciudad Jardín. Pero me entretuve con las ovejas de Jesús y ahora solo me queda ver por televisión la elitista.

Hay noches que alimentan las ganas de vivir. 

Solía dejar las zapatillas debajo del árbol de Navidad para que se llenaran de chucherías y un huevo kínder. Hoy las suelto junto al radiador con la única esperanza de que amanezcan secas.

Hay carreteras que vibran. Esa es la palabra. Carreteras que se despeñan, que asustan, pero que te hacen vibrar. En la mañana de Reyes se puede vibrar de muchas maneras: dando patadas a un reluciente balón Mikasa o pedaleando por las alturas de Teruel, con la nieve en los arcenes. 

Despierto por el ladrido de un perro, leo un poco y bajo a mi cita con Gregorio; a las 9:15 ya hay medio pueblo almorzando en una gran mesa

Al principio gusta, como toda novedad, porque la novedad es adictiva, idílica. Enero en la nieve, quizá mañana la carretera esté cortada. Ayer no se podía pasar por aquí.

Creo en la suerte. 

Por muchas piernas que tengas, la mayoría de factores en un viaje son ajenos a ti. Cero grados y no me queda grasa para más frío. Sé que este viaje roza la imprudencia, que me puedo topar con una placa de hielo, ¿y entonces qué haré?, pero como decía el periodista Martín Caparrós, hacemos lo que queremos porque hemos decidido tomar el riesgo de hacer lo que queremos. 

Gregorio y Miguel Ángel van a trabajar el 6 de enero porque quieren, porque lo han decidido, porque ellos deciden su vida. Así pueden improvisar. Gregorio y Miguel Ángel fueron mis compañeros de cena de Reyes, en torno a una mesa del hostal Entre Portales, patatas bravas y calamares fritos, algo de jamón, queso y tarta de chocolate. Gregorio y Miguel Ángel lo tienen claro cuándo se les pregunta qué más quieren, una copa de licor con hielo, y qué son: “Somos artistas”. Y lo dejan ahí. Y la palabra suena gigante en estas cumbres turolenses, y crees que exageran, pero porque aún no has visto lo que esconden en las eras del pueblo. Detrás de una puerta abandonada puede surgir un museo.

Miguel Ángel, trabajando la cerámica, en Puertomingalvo (Teruel).

Etapa.

Despierto con el ladrido de un perro. 

Dormía poco en la noche de Reyes, y alguna vez escuché pasos en el pasillo, pero siempre me contenía hasta el amanecer. Precipitarse puede romper el encanto. Mi cita con Gregorio es una cita sin whatsaap, sin hora, solo un sitio. ¿Estará? ¿Será muy pronto, demasiado tarde? El suspense bajando las escaleras. La intriga que nos acecha. ¿Quién habrá tras la puerta? El móvil nos ha vuelto impacientes, nos ha privado de saber esperar. Queremos tenerlo todo, y todo controlado, y no soportamos la más mínima incertidumbre. 

A las nueve y cuarto medio pueblo almuerza en una gran mesa rectangular junto a la ventana. “No piden nada, toman lo que les pongamos”, dice Alicia, la entusiasta camarera que pretende jubilarse con 60 años y dedicarse a pintar láminas. Gregorio es el único que no come, solo viene a tomar un café y a charlar algo antes de marcharse a su estudio.

Hoy hará tres grados de máxima y menos siete de mínima, pero Gregorio no lleva guantes, solo un jersey, camisa de cuadros y una chaqueta que no se abrocha. Su estudio está junto a un granero, varias cuadras abandonadas, una furgoneta que lleva cuatro años sin arrancar y un pajar al que entra un vecino con una alpaca al hombro. De repente, la palabra arte se queda pequeña.

Tiene el estudio en las eras del pueblo, junto a un granero, varias cuadras abandonadas, un pajar y una furgoneta que lleva 4 años sin arrancar

El estudio alberga cuatro plantas. Gregorio le alquila las de arriba a Miguel Ángel, que trabaja la cerámica. Él se divierte con la piedra. Hay un laberinto de utensilios y máquinas inclasificables, un sombrero y una gabardina colgando de una de ellas. Han creado su universo sin necesidad de proclamarlo al mundo. Gregorio vende sus obras en Soria; Miguel Ángel se deja caer por Castellón, donde tiene un piso que cada vez visita menos. Dicen que son artistas de la montaña y que no se moverán de aquí. Gregorio irá después a su huerto, por placer, a cuatro kilómetros, ni siquiera se puede llegar en coche, nadie lo encuentra, presume. Vivir por placer. Quizá algunos días se aburran, pero en la ciudad existe el riesgo de no tener tiempo para aburrirse. Del aburrimiento nace la creación. 

Alicia, camarera del bar Entre Portales (Puertomingalvo).

Miguel Ángel tiene un problema con una herramienta y Gregorio le ayuda. Se tienen el uno al otro. Entre los dos logran sacar la pieza que ha atrancado el mecanismo. En medio de la nada, se recurren, se cuidan, son ellos o nadie. He tenido que venir a Puertomingalvo a entender el sentido de comunidad. Le compro a Miguel Ángel un portalápices y un soporte para tres velas con los que decoraré mi moderno piso de ciudad. 

Faltan diez minutos para las once de la mañana, será el día que más tarde comience a pedalear. Sin darme cuenta, solo me quedan cuatro fotografías en el carrete. Sin notarlo, me ha dado el impulso de capturar cada rincón de este lugar tan poco domesticado. Gregorio y Miguel Ángel, la quietud, música clásica y unas notas escritas a lápiz. Hay algo en las eras del pueblo que anima a crear. Quizá sea el olvido. 

Gregorio se dirige a su estudio, en Puertomingalvo (Teruel), el jueves 6 de enero de 2022.

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