Siempre ponen dos servilletas. No existen mesas para una sola persona. Tengo que pasar de los quince euros para que me lleven el pedido a casa, pero mi comida no llega a los once. El mundo no está diseñado para ir solo. No te quieren en los hoteles, no te quieren en los restaurantes, no sales rentable. Eres demasiado poco. Ocupas mucho para lo que das. Les enfurece que saques una libreta para escribir cuando pides un café. Vas a descuadrar los asientos del cine, inalcanzable alquilar un apartamento. No tienes con quien dividir la gasolina.  

La bici es perfecta porque incluso yendo en compañía percibes la sensación de ir solo. Salvo cuando hay viento. El mayor refugio que te puede prestar un amigo es acompañarte con la bici en un día de viento.

Preparación de la cena en la Sierra de Salinas, próximo a Villena, el 2 de enero de 2022. JOSÉ JUAN LUQUE

Cerca de la carretera CV-813, paso entre Murcia y Alicante.

Cerca de la carretera CV-813, paso entre Murcia y Alicante. MANUEL MURILLO

Hoy no espero mucho de la etapa. Llevo tres días sin parar en un bar, sin sentir un colchón, y me queda un uno por ciento de batería. Hoy hablaré con cuatro personas: Con Ginés, con Silvestre, con Pedro, con Andrés. Hoy volveré a tomar pan caliente, en un bar de Fortuna. Ginés lleva la sudadera de un club ciclista del que es presidente, pero ya no coge la bici porque le falta tiempo, dice mientras se pide un whisky DYC. Son las doce y cuarto de la mañana. A la camarera se le quema mi tostada de sobrasada. Debatimos sobre lo duro que será hacer treinta kilómetros sin encontrarse a nadie. Debatimos sobre cuál es el mejor camino para ir a Pinoso. He aprendido a mezclar mi intuición con las palabras de los vecinos. Piden una segunda ronda de licores. Silvestre me invita a dos botellas de agua de un litro. Mi gasto de hoy será de cuatro euros. 

Etapa. CÓRDOBA

Ginés, Silvestre, Pedro y Andrés, en Fortuna (Murcia), en el bar La Posada. JOSÉ JUAN LUQUE

Doy un rodeo de veinte kilómetros para ver un paisaje árido y sin alma, la Sierra de la Pila. Sospechaba que viniendo de Sierra Espuña todo me iba a saber a poco, pero otra cosa que he aprendido es a no comparar; cada día tiene su esencia, y si no lo hay, se la doy yo. Los cien kilómetros previstos se convierten en 135, y el hostal que había localizado en Pinoso lo descarto; sigo hacia la Sierra de Salinas, buscando un puerto, pero he debido pasarme el desvío porque no hay señal de puerto, solo una carretera que une las provincias de Murcia y Alicante, así que sabiendo que ya no me voy a encontrar nada espectacular, me pregunto, ¿dónde paro? Y sobre la marcha decido que pedalearé hasta que se vaya el sol, y eso ocurre a seis kilómetros de Villena, bajo un gigantesco árbol donde preparo la cena, me ducho a contraluz con las botellas de agua de Silvestre, y monto la tienda. Ya dentro, miro la temperatura porque me entra frío en los pies. 7 grados. ¿Me daré un respiro alguna vez? 

Bar en la Sierra de la Pila (Murcia), entre Peña de Zafra de Abajo y Cañada del Trigo. JOSÉ JUAN LUQUE