Parece un cuento de Navidad. Quizá lo sea. Ella es de Valencia; él, sevillano. Se conocieron en la universidad y al poco tiempo, entre los dos, floreció el amor. Se establecieron en Sevilla. En la capital del Betis –Guadalquivir se llamó después al río–, la pareja decidió llevar al hogar una gata. La adquirieron en un refugio de la Protectora de Animales hispalense. 'India' llamaron a su compañera de viaje, una bella felina de pelaje gris a rayas.

La relación iniciada entre los estudiantes prosperaba y prometía. Además tenían a ‘India’ a su lado. Pero, a veces, como cantó el poeta Sabina, sucede que "hay amores eternos que duran lo que dura un corto invierno". El noviazgo se truncó. No desapareció, en cambio, el afecto que ambos sentían –y sienten– por la gata. La valenciana regresó a su tierra, a orillas del Turia, y no lo hizo sola. India la acompañó.

Por su parte, él, a través de la letrada María Luisa Sierra, adscrita a la Asociación Valenciana de Abogados en Defensa Animal (Avada), solicitó el retorno de la gata a Sevilla mediante una "demanda de reclamación de propiedad" del "objeto" y subsidiariamente de "reclamación de uso compartido".

Según fuentes del caso, "mientras el estatus jurídico de los animales no varíe en el ámbito civil" los animales están catalogados como "cosas", de ahí la reclamación de la gata en concepto de "objeto". Asimismo la demanda del sevillano incluyó "un informe psicológico que acreditaba la situación emocional del demandante y el enorme apego sentimental por la gata".

Por otro lado, cabría añadir que la Protectora de Animales de Sevilla intentó mediar en el pleito, aunque "no consiguió que ambas partes alcanzaran un acuerdo". En estas circunstancias, la universitaria valenciana –con familia en Burjassot– no tardó en recibir la demanda cursada por su ex y, como demandada, se puso en contacto con la abogada Olga Camps, también adscrita al colectivo sin ánimo de lucro Avada.

Tras estudiar el caso, tanto la letrada Camps, en representación de la valenciana, como Sierra, en representación del sevillano, concluyeron que "la mejor resolución para la gata y para los exnovios" es "llegar a un acuerdo de custodia compartida del animal" en el que ambas partes cedan. El convenio, finalmente, se firmó y el Juzgado lo aceptó, homologó y archivó, de manera que "no hubo necesidad de ir a juicio".

El acuerdo de custodia compartida que alcanzaron el sevillano y la valenciana básicamente se fundamenta en el hecho de que ambas partes reconocen que, a pesar de que en los datos del Registro Informático Valenciano de Identificación Animal (Rivia) –obligatorio para perros pero no para gatos– solo figura el nombre de un miembro de la expareja, "ambos son titulares y dueños de la gata". Asimismo él y ella demuestran –ya lo han hecho sobradamente– tener una "fuerte vinculación con el animal y desean su bienestar".

Evitar traslados continuos

Según se desprende del acuerdo, "la gata permanecerá en compañía de cada uno de ellos por un periodo de tiempo de seis meses al año", lo que "evitará traslados continuos de Sevilla a Valencia o viceversa" que podrían resultar "muy estresantes para el animal". Las entregas y recogidas de la gata se efectuarán "en dos clínicas veterinarias de confianza de ambos, una en Sevilla y otra en Valencia", y "en cada entrega y recogida se certificará el estado del animal". En cuanto a los "gastos ordinarios y extraordinarios" que genere el animal, "ambos los asumirán al 50%". Huelga que decir que el convenio pactado incluye "cláusulas de penalización en caso de incumplimiento" que podrían suponer la "pérdida de la custodia de la gata".

El poder terapéutico

En declaraciones a Levante-EMV, diario de Prensa Ibérica, el mismo grupo que este periódico, la letrada Olga Camps, sostuvo que "en estos momentos la relación entre la valenciana y el sevillano ha mejorado". De hecho, aunque no vivan juntos, "saben que han de estar en comunicación y llevarse bien por el bien de su querida ‘India’". Camps, conocida en el municipio por su fuerte implicación en la causa animalista, manifestó que "historias como esta demuestran el poder terapéutico de los animales".