España se adentra en un invierno más cálido y menos lluvioso de lo habitual; un invierno donde, poco a poco, el calentamiento global y la crisis climática empiezan a transformar los valores típicos de esta estación. Según la predicción estacional de la Agencia Estatal de Metereología (Aemet), entre diciembre de 2021 y febrero de 2022 todo apunta a que la mitad del país tendrá temperaturas por encima de los valores normales de esta época del año y la otra mitad tendrá menos lluvias de lo esperable durante esta temporada. En la vertiente mediterránea y en Baleares, lo más probable es que haga más calor de lo normal. Mientras, en el centro de la península y en la vertiente atlántica se espera que las precipitaciones estén por debajo de los valores medios de las últimas décadas.

Imposible decir a ciencia cierta si esta predicción es fruto directo de la crisis climática. Pero, según explican los expertos, estos valores reflejan perfectamente el cambio de tendencia que ha desencadenado el calentamiento global y que en las próximas décadas podría transformar el clima tal y como lo conocemos. Un análisis realizado por el equipo de meteorología de eltiempo.es, por ejemplo, explica que el avance de la crisis climática creará inviernos cada vez más cálidos, con más días de temperaturas más altas de lo normal para la estación y con mínimas alejadas de los valores típicos de esta temporada. En 2050, esgrime el análisis, los inviernos de Madrid y Barcelona podrían dejar alrededor de 10 días más cálidos de lo habitual respecto a los valores habituales para esta época del año.

En un mundo donde la temperatura media global ya ha aumentado un grado en el último siglo, y donde los termómetros podrían subir dos grados más en tan solo unas décadas, España se encuentra en uno de los epicentros del calentamiento global. Y esto no solo implica que, poco a poco, el calor irá transformando todas las estaciones del año (empezando por los veranos, donde el calor extremo causa cada vez más daños). «El cambio climático también crea un escenario donde se juntan los ingredientes perfectos para que los fenómenos meteorológicos extremos se den con más facilidad», comenta Mario Picazo, meteorólogo del equipo de eltiempo.es y profesor de meteorología y cambio climático de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

¿Habrá otra ‘Filomena’?

A principios de año, en enero de 2021, España vivió una borrasca que encendió avisos rojos en gran parte del país, dejó nevadas sin precedentes a cotas bajas y provocó una de las olas de frío más intensas de los últimos años. Ahora que vuelve el invierno, muchos se preguntan si esta temporada se podría producir otra borrasca de estas características. «La probabilidad de que se forme un Filomena en 2022 es, estadísticamente hablando, poco probable. Pero en caso de producirse, la única manera de saber cuándo nos afectaría es analizando los datos metereológicos de los días anteriores», comenta Picazo. El año pasado, de hecho, la alerta por la llegada de esta borrasca se produjo tan solo una semana antes de su inicio. Hasta entonces, Filomena no constaba en ninguna predicción estacional.

Todo apunta a que el avance de la crisis climática creará inviernos donde, por un lado, el aumento global de las temperaturas suavizará el frío de la temporada y, por el otro, el calor que impregna la atmósfera desencadenará fenómenos meteorológicos extremos cada más vez intensos y frecuentes. Según calcula un estudio del Centro Euromediterráneo sobre Cambio Climático, el número de tormentas, temporales e inundaciones extremas podría multiplicarse por tres en las próximas décadas. En zonas como el Mediterráneo, también preocupa que las lluvias torrenciales típicas del otoño y el invierno se extiendan más allá de las estaciones habituales. A partir de 2050, se estima que fenómenos meteorológicos extremos que antes se daban una vez cada 100 años empezarán a ocurrir cada 30 años y conforme avance el siglo aumentarán su frecuencia.

En este 2021, explica Picazo, el mundo ya ha vivido un auge sin precedentes de eventos meteorológicos extremos. En febrero, Texas registró la ola de frío más intensa del último siglo. Entre junio y julio, Canadá sufrió una ola de calor extrema que dejó temperaturas por encima de los 45 grados y causó decenas de muertos en todo el país. Ese mismo verano, el calor extremo también sembró récords de temperaturas en toda Europa, con 47,9 grados en Córdoba y 48,8 grados en el municipio italiano de Floridia, en Sicilia. El aumento de los termómetros fue tan drástico que, según explicaron entonces los ciudadanos de esta pequeña localidad, el calor abrasó a todos los caracoles de la zona y estuvo a punto de derretir los frutos de limoneros y naranjos.