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REPORTAJE

El cierre de la Verja en 1969

Se cumplen 50 años del decreto de Franco que separó e incomunicó a La Línea y el Peñón

El cierre de la Verja en 1969

Cuando se cumplen 50 años del cierre de la Verja de Gibraltar, que Franco decretó el 8 de junio de 1969, la herida que provocó aquella decisión, especialmente en las muchas familias que quedaron separadas e incomunicadas a ambos lados, aún duele en la zona. «Aquello fue un trauma difícil de explicar», dice Juan Carmona, alcalde de La Línea de la Concepción cuando, 13 años después, el 14 de diciembre de 1982 el Gobierno de Felipe González ordenó la apertura de la Verja de la colonia británica para peatones, que se completaría dos años después, en 1985, con el permiso para la circulación de vehículos y mercancías.

El cierre se produjo exactamente una semana después de que entrara en vigor la Constitución de Gibraltar de 1969, que se proclamó dos años después de que los gibraltareños votaran en un referéndum masivamente seguir vinculados a la corona británica. La respuesta de Franco había sido, más o menos, anunciada y por eso, hasta la tarde anterior, muchos de los cerca de 5.000 españoles que trabajaban entonces en Gibraltar cruzaron la Verja de vuelta a casa «algunos llorando», con sus cajas de herramientas, sabiendo que perdían el trabajo, recuerda el maestro, periodista y escritor linense Juan Macías, que entonces tenía 22 años. La Verja, considerado el paso fronterizo más pequeño del mundo, se cerró a medianoche, sin mucho ruido. «Quizá no éramos conscientes de lo que iba a suponer», señala Macías.

Las restricciones decretadas por Franco se habían ido sucediendo. En 1966, por ejemplo, se impidió que las mujeres de La Línea, unas 3.000, siguieran trabajando en la colonia británica. Pero ambos pueblos, como vecinos, podían seguir viviendo su particular simbiosis, porque, además de las relaciones laborales, había lazos incluso de sangre, ya que la mayor parte de las familias tenía miembros a los dos lados de la Verja.

En 1969 el cierre hizo que aquellas familias ya no pudieran verse dando un pequeño paseo. Desde entonces tenían que hablarse a gritos y verse salvando los casi cien metros de distancia que había entre las dos aduanas. Para poder juntarse había que tener dinero suficiente para viajar a Tánger y desde allí tomar un barco.

Gibraltar «lo pasó mal pero logró sobrevivir». «Se reinventó», explica el historiador Jesús Verdú. La colonia se dirigió a Marruecos para surtirse de la mano de obra y los suministros que antes obtenía en España. El cierre, para este profesor de Relaciones Internacionales, fue el «error más grave» de la política española en la zona.

Las consecuencias fueron peores para La Línea, una ciudad que dependía económicamente de la colonia británica. En dos años perdió la mitad de su población. Se calcula que unas 36.000 personas, cinco mil familias, se marcharon. Muchos a buscar trabajo al extranjero. En Londres llegó a haber una colonia de 10.000 linenses.

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