Una manada de 12 bisontes europeos vive en semilibertad en una reserva vallada de unas 20 hectáreas en el municipio de San Cebrián de Mudá (Palencia), un hermoso territorio dominado por los robles. «Son unos animales tímidos y tranquilos», explica orgulloso Jesús González, responsable del proyecto y alcalde de la localidad. Los bisontes, que en el Cantábrico se extinguieron hace unos 10 milenios, forman parte de un programa municipal de ecoturismo y de recuperación ambiental que se puso en marcha en el 2010 con la llegada de los seis primeros ejemplares desde Polonia. «Aspiramos a tener unos 50», avanza González. El bisonte europeo (bison bonasus), ligeramente más pequeño que el americano (bison bison), pobló antaño el vasto territorio comprendido entre los Urales, la península Ibérica e Irán, pero sus poblaciones acabaron reducidas a la mínima expresión debido a la pérdida de hábitats y la caza. Tras la muerte del último bisonte del bosque de Bialowieza (Polonia), en 1919, y el último del Cáucaso, en 1927, la especie fue declarada extinta en libertad. Parecía que seguiría los pasos del uro, pero no fue así. La resurrección del bisonte europeo -ahora quedan unos 6.000- ha sido posible gracias a un esfuerzo conservacionista y científico que se inició en Polonia en 1923 a partir de los escasos bisontes que aún sobrevivían en zoos. A partir de aquellos ejemplares -los animales válidos para el proyecto fueron finalmente 12- se inició un proceso de cría y liberación que permitió el regreso del bisonte primero a Bialowieza y con posterioridad a otros países europeos como Rusia, Lituania, Rumanía, Ucrania, Alemania, Francia y España.